Migrantes venezolanos en Brasil, víctimas de explotación laboral

El pintor de paredes venezolano José Ojeda, de 52 años, camina en un semáforo en busca de un trabajo con un cartel de cartón que dice "busco trabajo" en la ciudad de Boa Vista, Roraima, Brasil, el 26 de febrero de 2018. Cuando el flujo migratorio venezolano estalló en 2017, la ciudad de Boa Vista, capital del estado de Roraima, a 200 kilómetros de la frontera con Venezuela, comenzó a establecer refugios a medida que la gente comenzaba a establecerse en plazas, parques y rincones de esta ciudad de 330,000 habitantes habitantes de los cuales el 10 por ciento es ahora venezolano. / AFP PHOTO / MAURO PIMENTEL
El pintor de paredes venezolano José Ojeda, de 52 años, camina en un semáforo en busca de un trabajo con un cartel de cartón que dice “busco trabajo” en la ciudad de Boa Vista, Roraima, Brasil, el 26 de febrero de 2018 . / AFP PHOTO / MAURO PIMENTEL

 

Las alarmas sobre casos de explotación laboral se encendieron en el norte de Brasil con la llegada masiva de refugiados venezolanos al estado fronterizo de Roraima, en busca de trabajo, dinero y comida.

Las historias transcurren en silencio y en aparente normalidad, como la de E., una mujer de 27 años, periodista de formación. Junto a su marido, viajó en 2017 desde Caracas a Boa Vista, la capital de Roraima, huyendo de la crisis económica.





Con estudios universitarios, residencia temporal y documentación al día, E. consiguió en enero empleo en un restaurante. Contratada por un salario mínimo, fue informada de que sólo recibiría las propinas. Dos meses después ni eso ha cobrado. Trabaja apenas por comida.

“No quiero denunciarlos, por lo menos ahora estoy comiendo. Ojalá me pagaran también”, dice E. que vive con cuatro familiares en un anexo.

“Hay mucha vulnerabilidad en esa ola migratoria, especialmente por la inseguridad alimenticia”, explica Cleyton Abreu, coordinador del Servicio Jesuita a Migrantes y Refugiados en Boa Vista.

 

Una mujer brasileña vende bijouteries de artesanía con un letrero que dice "Di no a la xenofobia: prejuicio contra los extranjeros" en una feria callejera en la ciudad de Boa Vista, Roraima, Brasil, el 25 de febrero de 2018. Cuando el flujo migratorio venezolano estalló en 2017, la ciudad de Boa Vista, capital del estado de Roraima, a 200 kilómetros de la frontera con Venezuela, comenzó a establecer refugios a medida que la gente comenzaba a establecerse en plazas, parques y rincones de esta ciudad de 330,000 habitantes habitantes de los cuales el 10 por ciento es ahora venezolano. / AFP PHOTO / Mauro PIMENTEL
Una mujer brasileña vende artesanía con un letrero que dice “Di no a la xenofobia: prejuicio contra los extranjeros” en una feria callejera en la ciudad de Boa Vista, Roraima, Brasil, el 25 de febrero de 2018./ AFP PHOTO / Mauro PIMENTEL

 

Informes de instancias internacionales revelan casos de acoso y violencia sexual en el ambiente de trabajo, violencia física y verbal, condiciones de trabajo análogas a la esclavitud, explotación sexual e indicio de tráfico de personas.

Así como E., otros venezolanos en Boa Vista están insatisfechos con las condiciones pero aceptan impulsados por la necesidad.

José Santaella, de 58 años, pedía trabajo en una esquina céntrica de la ciudad cuando una camioneta se detuvo a ofrecerle empleo en una hacienda.

La promesa inicial era de 600 reales (unos 190 dólares) por jornadas de sol a sol. Al cabo del primer mes, le fue descontada una quinta parte para pagar su alimentación, compuesta básicamente de “frijoles, cuscús y huesos”.

Santaella consiguió huir y regresó a Boa Vista, donde divide un cuarto con su hija y diez personas. ¿Volvería a ir a una hacienda? “Si me garantizan el pago sí, necesito ayudar a la familia en Venezuela y aquí no hay trabajo ¿qué más puedo hacer?”.

por Paula RAMON/AFP