¿Por qué la desconfianza hacia la izquierda?, por Guillermo Cochez

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Con una venda en los ojos para juzgar al régimen de Nicolás Maduro, uno de los del patio dijo: ‘Le ha tocado un momento duro’, pretendiendo justificar la tragedia de un pueblo tras 19 años de experimento socialista ‘verde’ (por su amor al dólar), que ha desangrado a ese país, no por su ideología como en Cuba, sino por su insaciable rapiña de los fondos públicos, comenzando por Hugo Chávez y terminando ahora con Maduro. Como decía el diputado Julio Borges, Cuba no es Venezuela. Allá hubo una revolución, aunque no les guste admitirlo a muchos. En su país, no ha habido revolución sino desfalco de los bienes públicos.

¿Cómo Maduro llega al poder, aún sin haber probado que su nacionalidad es venezolana y no colombiana? Detalle irrelevante para esos que todo lo justifican en la ‘lucha contra el imperio gringo’; así como en la secuencia de hechos se evidencia una fórmula de sistemáticas violaciones de la Constitución y el Estado de derecho en ese país. El principio del fin se dio cuando Chávez ‘gana’ (con fraude) las elecciones de octubre de 2012, para luego, prácticamente en estado moribundo, viaja a Cuba el 8 de diciembre para operarse y más nunca se sabe de él. Maduro, que era el vicepresidente, lo reemplaza interinamente mientras se ‘recupera’ de su mortal cáncer. Esa gestión oscura llegó a lo más bajo cuando ocultaron su muerte hasta el 5 de marzo (ocurrida en diciembre 31, 2012). Luego Maduro, habiendo tenido que ceder la silla de Miraflores al presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, permaneció al frente del Ejecutivo, incluso durante su campaña presidencial. Todo este entuerto es avalado por líderes de la izquierda trasnochada con aquello de que el fin justifica los medios, así violándose la Constitución del mismo Chávez.





Estos justificadores se jactan de repetir que en Venezuela es donde ha habido más elecciones. Cuando Chávez quiso cambiar la Constitución en 2009 para reelegirse indefinidamente y perdió, calificó el triunfo opositor como de ‘mierda’. Posteriormente, a través de leyes habilitantes, cambió lo que la población le había negado. Similar a lo que ocurre en Bolivia, cuando Evo Morales, tras perder el referéndum para reelegirse una vez más, por antojadiza interpretación de ‘su’ Corte Suprema, lo logra. Repetida historia de Daniel Ortega en Nicaragua, cuando logra que suplentes del máximo tribunal, ante negativa de magistrados titulares de avalar ese entuerto, permiten reelegirlo eternamente.

Este patrón de desconocimiento de las autoridades, considerado una amenaza para los proyectos políticos de estos Gobiernos de izquierda, viene de ciertos acontecimientos que se dieron en algunos de los procesos electorales venezolanos. Por ejemplo, en 2008 el opositor Antonio Ledezma ganó la Alcaldía Metropolitana de Caracas con el 52 % de los votos. Enfurecido, Chávez creó una nueva figura administrativa llamada ‘Jefe de Gobierno de Caracas’; transfiriendo casi todas las competencias de Ledezma como autoridad democráticamente electa. Igual pasó en 2012, cuando el opositor Capriles fue reelecto en la Gobernación de Miranda. Nombraron a su contrincante perdedor ‘Protector de Miranda’, con muchos más recursos que los transferidos a la Gobernación que manejaba Capriles.

Ese patrón de desconocimiento de la voluntad popular se repitió cuando ganó la oposición en 2015 tres a uno elecciones legislativas. La receta aplicada en este caso fue obstaculizar su trabajo, creando una ilegal Asamblea Nacional Constituyente. Reforzaron la fórmula antidemocrática encarcelando a varios alcaldes electos, proscribiendo a partidos y candidatos opositores, provocando el exilio de sus adversarios, inhabilitando a varios dirigentes o inventándoles delitos y dedicándose permanentemente a torturar a los presos políticos. Muchos, antes de ser detenidos, prefieren el exilio.

Estos izquierdosos, en su afán de justificar lo injustificable, han llegado al colmo de seguir cuestionando la justicia de Brasil por lo hecho a Lula y a Dilma, ignorando que gracias a ellos fue que prosperó la gigantesca corrupción de Lava Jato, Petrobras y Odebrecht. Y los desmanes de los Kirchner en Argentina y Correa en Ecuador, donde cada día que pasa se descubren los grandes robos de sus Gobiernos.

Los más de cinco millones de venezolanos que hoy han huido de su país, no se fueron por las sanciones gringas y europeas. Escaparon al robo indiscriminado de los recursos públicos, que hoy hace de Venezuela un Estado sin ley, sumergido en la violencia oficial, sin comida, medicamentos e insumos médicos; porque hasta con esos rubros el régimen cívico militar lucró ilícitamente, al mismo momento que apoyaban la creación de un narco-Estado en sus altos mandos militares. Siguen destruyendo con su ineficacia el negocio petrolero, la mayor riqueza del país.

Ahora se presentan dos nuevos izquierdistas: López Obrador en México y Petro en Colombia. ¿Podremos estar seguros de que a esos países no les espera igual suerte en sus instituciones democráticas que a Bolivia, Nicaragua, Argentina, Ecuador o Venezuela? ¿Tratarán de utilizar las debilidades del sistema para desmantelar la misma democracia que les permitirá llegar y perpetuarse en el poder como lo hizo Chávez, una vez presidente, y ahora sus herederos? ¿Qué vacuna tendrán para que en sus Gobiernos puedan cumplir sus promesas en contra de la corrupción? Por esas experiencias, se generan muchas suspicacias.

Guillermo Cochez
Abogado, político y diplomático.

Artículo de opinión publicado en La estrella de Panamá.