La “opción cero” de Maduro, por Thays Peñalver

La “opción cero” de Maduro, por Thays Peñalver

Thays Peñalver @thayspenalver
Thays Peñalver @thayspenalver

Más allá de la leyenda blanca o negra sobre Cuba, existe una “leyenda revolucionaria”. Cuando Fidel Castro desembarcó en el Granma a reinventar la historia, Cuba era una nación que apenas tenia un millón y medio de hombres mayores de dieciocho años. La mitad de la población de Cuba vivía en el campo, quiero decir con esto que no vivían del campo y su producción, sino en un ruralismo decimonónico, de aspecto milenario en condiciones precarias como las del resto de América Latina.

Es cierto que la leyenda blanca nos expone que Cuba o Venezuela tenían un sistema de producción y un PIB igual al de España en los años cincuenta y que eran “más ricos” y su situación hasta podía ser “comparable con muchos países europeos”, lógicamente como toda leyenda y más si es a la venezolana, sus propulsores evitaron tomar en cuenta los efectos de la Guerra Civil española y el posterior aislamiento en la dictadura, o los efectos de la segunda guerra mundial en el PIB alemán. En fin que la leyenda blanca esta muy bien y comparativamente en Venezuela se vivía increíblemente mejor que en Hiroshima o Nagasaki, aunque la comparación real es y ha sido siempre, una estupidez formidable.

Yo siempre le digo a los economistas que nuestros PIB son sencillamente una farsa. Por eso siempre preferiré un punto de PIB japonés o alemán, a diez puntos de mentiritas latinoamericano. Me refiero con esto, que podemos decir que en Cuba se vivía mejor que en Japón en 1945, pero ya me gustaría a mi que en Cuba o Venezuela se hubiera vivido bastante peor, pero construyendo portaviones como Japón en 1930, o la decenas de miles de aviones Mitsubishi. Porque lo peor que puede tener una “leyenda blanca” es omitir que nuestros países latinoamericanos, eran y continúan siendo el tercer mundo absoluto y luego de más de cien años, nos creemos superiores pero somos todavía incapaces de construir, entre todos, un acorazado del siglo diecinueve.





Por eso hablo de una “leyenda revolucionaria” en el caso cubano. Pues quienes si construían gigantescos acorazados, sobre las igualmente monumentales industrias imperiales del Zar, terminaron construyendo cohetes para salir de primeros al espacio pero también fueron quienes crearon la gran mentira, el mayor embuste histórico de América Latina la: “vitrina cubana”.

Y hay que verle la cara a la mayor mentira de la historia del tercer mundo y sus consecuencias, que aún sufrimos, por cierto. Para la URSS, Cuba no fue otra cosa que un portaaviones propagandístico, al que le insufló decenas de miles de millones de dólares, muchos más de hecho, que todo el petróleo venezolano de la época. Imagínese el impacto interno promocionado por un gigantesco aparato propagandístico, pero además el impacto en cada casa y grupo familiar. Para 1975 Cuba había crecido el doble que Venezuela o Chile (Banco Mundial), imagínese amigo lector, pasar del machete a conducir uno de los ochenta mil tractores entregados por la URSS, una cifra que haría palidecer a Venezuela y Colombia juntas. Imagínese que en cada familia había de pronto un estudiante en escuelas de la Unión Soviética o un soldado, de los 450 mil que combatieron en ultramar contándole los bombardeos de cientos de aviones y miles de tanques piloteados por cubanos. Imagínese a las familias atentas a la radio con las hazañas de una Cuba convertida, ficticiamente, en una potencia deportiva en las olimpíadas.

Miles de revolucionarios eran invitados y financiados por la URSS a través de Cuba. Las caras de muchos revolucionarios venezolanos, chilenos o colombianos resplandecían al ver como con apenas 300 millones de pesos se construía el mayor complejo textil e industrial de América Latina, algo nunca antes visto. O las caras de sorpresa de los revolucionarios tercermundistas invitados, cuando se inauguró la primera etapa de una gigantesca planta termonuclear, algo impensable incluso hoy. Mientras Fidel, maletín tras maletín de dinero entregaba a manos llenas a nuestros revolucionarios y desembarcaba toneladas de armas “a la carta” para impresionarlos aún más. O las caras de nuestros “soldados revolucionarios” de las FFAA, que eran llevados a bunkers secretos para enseñarles los más modernos aviones de combate, piloteados por expertos en las guerras de Angola y Etiopía.

En Cuba, guste o no a muchos, existió la sensación de “revolución”. Ficticia, pero existió.

Todo esto es necesario explicarlo desde una perspectiva objetiva, desprovista de pasiones porque los veinte años de “vitrina revolucionaria” marcaron a toda un generación de cubanos y a varias generaciones de latinoamericanos, dando –repito ficticiamente- una sensación incompleta de que funcionaba. Digo incompleta porque eran capaces de dar la impresión de haberse convertido en una potencia regional, capaz de crear gigantescas infraestructuras y hasta invadir militarmente países o ser una potencia olímpica, pero eran incapaces de alimentar coherentemente a una población estancada. Por otra parte, a nadie pareció importarle o no se fijaron que ninguno de esos éxitos eran cubanos, es decir, que la realidad estaba escondida porque tras las gigantescas obras de infraestructura habían miles de ingenieros soviéticos, tras la producción y venta estaba el campo socialista comprando a mayor precio la mercancía cubana, tras la potencia militar estaba el dinero de propaganda rusa.

El resto lo ha confesado sin tapujos un desvencijado Raúl Castro, pero cuando ya el dinero soviético se había acabado de la noche a la mañana: “… sólo tuvimos alrededor del 50 por ciento de lo que se recibía. (..) por otra parte el valor de nuestras exportaciones se redujo en más de un 70 por ciento de 1989 a 1992”. Finalmente se acabó todo. “… el objetivo de nuestra visita a Moscú era hacerle a la dirección soviética un planteamiento oficial, para que los soviéticos dijeran a Estados Unidos de que ‘una agresión a Cuba no sería tolerada por la URSS”. “Y presta atención, la respuesta del máximo dirigente soviético fue tajante: en caso de agresión norteamericana a Cuba, nosotros no podemos combatir en Cuba porque ustedes están a 11 000 kilómetros de nosotros y agregó: ¿vamos a ir allá para que nos partan la cara?”.

“La URSS..” comenta Raúl Castro “nos comunicó su decisión de desentenderse militarmente en el caso de una agresión a Cuba (..)internamente, Fidel, yo lo codificamos como: “Caso Pandora”, sufrimos en silencio la amargura, asimilamos la experiencia. “Ello nos obligó a guardar celosamente el secreto” Concluye Castro.

Y poco a poco los hermanos Castro comenzaron a considerar lo que llamaron la “Opción cero”, es decir volver al campo y a las bestias para el arado, los caballos para el transporte público y “la reducción de todos los servicios del Estado, hasta el punto de proponer que todas las intervenciones quirúrgicas se hicieran sólo con anestesia local”. En otras palabras, volver al siglo XIX. Mientras las calles ardían, la tensión social aumentaba, los aviones militares aterrizaban en Miami y hasta generales secuestraban embarcaciones o desertaban a lo largo y ancho del mundo.

En Venezuela, la revolución se quedó exactamente igual de destruida financieramente. Puertas adentro combate a la oposición y sobre todo al chavismo histórico. Y ha cometido los mayores errores tácticos abriéndose decenas de frentes internos y externos. Con una necesidad brutal de capital, terminará por perder los mercados más importantes. Por esto Venezuela ya no se encuentra hoy al principio de una gesta revolucionaria o en una transición al socialismo. La “revolución” ya no es siquiera una posibilidad remota. Maduro pasó de una vez de la “transición al socialismo” directamente al “Periodo Especial” , al éxodo masivo y al hambre mientras solo se vislumbra en el horizonte una “opción cero”, pues a diferencia de Fidel que recibió durante el bloqueo miles de millones de dólares de Europa y era como una vedette que se fotografiaba abrazado por todos muy sonriente porque desde De Gaulle hasta Mitterrand en Francia, o desde Felipe González hasta Zapatero lo recibían como una autentica celebridad, el dictador Castro no fue repudiado. Pero Maduro? Pues ahora si que no la tiene fácil, finalmente el mundo le ha dado la espalda al chavismo, se enfrentan en este momento nada menos que al aislamiento financiero y al desprecio de la Unión Europea, de Latinoamérica y de los Estados Unidos.

China ya ha demostrado que no quiere problemas y no está dispuesta a financiar la locura venezolana, como en su momento la URSS, la segunda economía del planeta y con todo su arsenal, le dijo a Castro que no quería que le partieran la cara, imaginemos que le habrán dicho a Maduro en Rusia, que gastan menos en defensa que Alemania.

El problema que se le presenta a Maduro es que intenta hacer en Venezuela lo que los comunistas implementaron en Cuba, cuando la mitad de la población del planeta era comunista y con todo el campo soviético a plenitud. Esa Cuba que llegó a los 11 millones de almas en 1990, sigue teniendo los mismos once millones 30 años después y seguirá teniendo 11 millones en el 2050, pero aún así tiene un resultado menos dramático que haberlo intentado en la Venezuela del siglo XXI, sin comunismo, sin campo soviético, con 30 millones de almas y 500 mil nuevas bocas que alimentar todos los años.

El grave problema que afrontamos hoy es que no se vislumbra entre la locura que maneja los hilos conductores del alto poder, ni siquiera un tímido pensamiento de reflexión. En fin, que la “opción cero” que en Cuba era imposible, aquí en Venezuela su solo intento puede concluir en una hambruna cercana al genocidio, nunca antes vista en este hemisferio.

No quieren darse cuenta que mientras más tiempo pase, más folios tendrán los expedientes que a estas horas se instruyen contra cada uno de ellos por crímenes de lesa humanidad. Porque ya no hay vuelta atrás.