Los hilos que sostienen el poder, por Alberto Ray

thumbnailAlbertoRay

El empeño del régimen de huir hacia adelante cuando la realidad lo presiona ya no sorprende a nadie. Llama poderosamente la atención, sin embargo, saber qué los impulsa a avanzar cuando el grado de devastación de la república ya toca la frontera de la africanización.

Resulta a primera vista paradójico que siendo el objetivo mantenerse en el poder, destruyan aquello que podía sustentarlos; la imagen de Chávez, la producción de PDVSA, la popularidad entre los marginados y ahora, lo que quedaba del Ejército.





Si bien, esta revolución no tiene precisamente vocación suicida, no pareciera que en el mapa de ruta que marca el avance tengan planeado correr hacia un precipicio. Es claro que con la destrucción todos se debilitan, pero el que acumula más poder incrementa sus oportunidades de reinar por un tiempo más. El gobierno es ahora víctima del efecto de la bicicleta, si para de pedalear, así no le quede energía, se cae.

Algo cierto es que el costo de la tiranización del régimen se pagó durante el 2017 con 120 días de protesta, de los cuales el país opositor terminó con más de un centenar de muertos y la aparición de una Asamblea Constituyente negada por 7.5 millones de venezolanos. En lo sucesivo, Maduro y su banda han hecho y desecho dentro y fuera del país sin importarles en lo más mínimo la corrupción, la violación de DDHH y por supuesto, el apuñalamiento repetido de los restos de democracia.

Vista la realidad, y en medio de este caos por diseño vale preguntarse ¿Qué sostiene a Maduro en el poder?
Son varios los hilos, aunque finos, aun suficientemente resistentes para no solo aguantar sino sostener de manera más o menos estable un periodo más de destrucción.

En primer lugar, está la mermada producción petrolera. Aun el régimen recibe dólares provenientes de la venta de crudo, que luego de descuentos, pago de deudas y compromisos algo queda para gastar y comprar comida que alcanza sólo para el 25% de la población. En esta dinámica participa activamente Rusia, China y Turquía como financistas de corto plazo en operaciones de intercambio de petróleo por alimentos.

La segunda fuente de financiamiento es el nuevo modelo de Estado Criminal que opera en el país. La explotación indiscriminada de recursos de la minería en combinación con el masivo tráfico de cocaína proveniente de Colombia, ambos negocios operados por grupos irregulares binacionales y bandas criminales, en un proyecto de gran escala gerenciado desde Cuba, produce dinero para mantener una estructura de poder en la FAN y en cuadros políticos afiliados al régimen.

Luego está el binomio FAN – Cuba. Una relación simbiótica de amor odio que se sostiene a fuerza de espionaje y contrainteligencia. Maduro por un lado aun necesita a la Fuerza Armada para administrar (malamente) el gobierno y controlar el poder de fuego que lo puede derrocar, por el otro, los cubanos entendieron que era mejor ideologizarlas antes que hacer una milicia paralela, y a pesar de la desconfianza, les sirven muy bien en la logística operativa de la droga, la explotación minera y la extracción de petróleo. Los rusos también contribuyen en esta dimensión con equipos de inteligencia destinados a interceptar comunicaciones de militares y civiles tanto en el gobierno como en la oposición.

Más atrás, pero con mucha fuerza y ganando posiciones está el vicepresidente El Aissami y su grupo con conexiones en Siria y el Medio Oriente, con una agenda de largo plazo para la desestabilización regional y la facilitación de actividades terroristas en el continente.

En quinto lugar, se encuentra el poderoso grupo económico político de enchufados que sin escrúpulo alguno succionan lo poco que le queda el país y al mismo tiempo sirven de barniz legitimador para los juegos electorales del régimen. El dinero que acumulan les ha servido para pagar lobby internacional, comprar medios, industrias y algún liderazgo que se dice opositor, pero que no resisten el más mínimo examen de sus vínculos con el gobierno.

En una sexta posición y no por ello despreciable está la MUD. Sus líderes enarbolando buenas intenciones se han convertido en el desfibrilador de Maduro. Ante cada ataque terminal, aparecen a salvarle la vida con iniciativas de diálogo y negociación que logran extender por un tiempo más la agonía dramática que vive Venezuela.

Aun falta por mencionar la pieza de mayor efectividad en este ajedrez, se trata del maquiavélico aparato diseñado para el sometimiento de la población a través del hambre, el miedo y la represión. El régimen ha sabido capitalizar el caos de la misma manera que un secuestrador se vale de su posición de poder sobre su víctima. Es una suerte de Síndrome de Estocolmo en el cual los más desposeídos protegen al que les da de comer, a pesar de los maltratos que reciba. Es la explotación de la supervivencia del más débil en un mecanismo primario de control. Queda por mencionar la acción represiva que los cuerpos de seguridad ejercen sobre la población que alza su voz de protesta contra las atrocidades del régimen. A esta represión debe sumarse el trabajo que hace el hampa en la toma de los espacios, replegando y encerrando al ciudadano en las paredes de sus hogares.

Como se aprecia, los hilos que sostienen a Maduro son múltiples y están interconectados en un entramado complejo. Es una red que se ha tejido al mismo ritmo que lleva la destrucción institucional. Más allá de las apariencias, esta malla se encuentra en su punto histórico de mayor debilidad. El mundo entero ha despertado frente al horror venezolano y está avanzando para forzar al régimen a aceptar una salida. Aunque lo disimulan muy bien, aún quedan dentro de la Fuerza Armada venezolanos dispuestos a acompañar una solución de cambio, siempre que se le plantee al país un proyecto de restitución democrática acompañado de medidas urgentes para al menos, detener la gravísima crisis humanitaria.

El ciudadano venezolano, más allá de la dolorosa diáspora y el sometimiento que lo presiona día a día, reserva energías para la lucha. Lo demuestra constantemente en su irreverencia frente al poder, en la denuncia de la injusticia y en la solidaridad con aquellos más desfavorecidos. Sólo es necesario que se abra una mínima rendija creíble con la luz del cambio, para que veamos materializarse una unidad verdadera galvanizada para terminar de derrumbar algo que por sí solo se debió haber caído hace tiempo atrás.