Sidor: Un monumento de destrucción operativa y financiera a 10 años de su reestatización

Sidor: Un monumento de destrucción operativa y financiera a 10 años de su reestatización

Dry sunflowers are pictured on a field at the entrance of the Sidor steel plant in Puerto Ordaz, Venezuela March 5, 2017. Picture taken March 5, 2017 REUTERS/Stringer FOR EDITORIAL USE ONLY. NO RESALES. NO ARCHIVES.
Girasoles secos en la entrada de la planta siderúrgica de Sidor en Puerto Ordaz, Venezuela, 5 de marzo de 2017 /REUTERS / Stringer

Este lunes se cumplen 10 años del anuncio de reestatización de Sidor, y como ha venido registrando Correo del Caroní a lo largo de una década, los balances son negativos. No solo decayeron los beneficios laborales, cuya negociación empujó la vuelta a manos estatales en 2008, sino que la producción cayó en más de 90%. Desde 2014 la empresa está en quiebra desde el punto de vista contable, resultado de una administración estatal que, a punta de corrupción, populismo y delirios ideológicos, hizo un cadáver de la siderúrgica más importante de Venezuela y una de las de América Latina y el Caribe, publica Correo del Caroní.

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Una aguda crisis laboral durante 15 meses, por desacuerdos entre trabajadores y gerencia en las negociaciones socioeconómicas del contrato colectivo, alentaron la reestatización de Sidor la madrugada del 9 de abril de 2008. El Ejecutivo, en palabras del entonces vicepresidente Ramón Carrizalez, percibía una actitud “arrogante, prepotente e inflexible” de parte de la trasnacional Ternium, propiedad del grupo multinacional Techint. Calificaban la situación de los empleados de “semiesclavitud”.





Esa madrugada, tras la negativa de la empresa de presentar una contrapropuesta salarial en la tensa reunión en los espacios del complejo hidroeléctrico Macagua, la amenaza de la vuelta a manos estatales se hizo realidad. Una llamada bastó para que el ex presidente Hugo Chávez diera la orden a Carrizalez.

“¿Están listos?”, habría preguntado el vicepresidente a los directivos de la acería. “No nos queda más que decirle que el Gobierno nacional decidió nacionalizar a la empresa”, completó, según reseñó Correo del Caroní el 11 de abril de 2008.

La gerencia de Ternium no lo veía necesario y emplazó al Ejecutivo a reconsiderar la medida. Pero no hubo vuelta atrás. El entonces titular del Ministerio de Industrias Básicas y Minería (Mibam), Rodolfo Sanz, asumió las riendas de la negociación y fue nombrado como primer presidente del complejo semanas después. En esos días, advertía que Sidor no podía seguir el rumbo de las industrias del aluminio; de ser así, “estamos fregados”, dijo al comité ejecutivo del Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Siderúrgica y sus Similares (Sutiss).

Los números operativos y financieros de la década de Sidor en manos privadas muestran cómo la industria subió a la cima del mercado siderúrgico. Abastecimiento eficiente al mercado nacional con cifras récords de 2,5 millones de toneladas de acero, inversiones millonarias para modernización y automatización de plantas, adecuaciones ambientales, capacitación y entrenamiento para el personal, incremento histórico de la producción de 2,9 a 4,3 millones de toneladas de acero líquido, entre otras mejoras, fue el cuadro que dejaron los 10 años previos al proceso de reestatización de Sidor en 2008, por orden de Chávez.

Fueron hitos que quedaron como guía para la industria del acero en el país, que alcanzó niveles competitivos y se posicionó como una de las siderúrgicas más importantes de América Latina y el Caribe.

“Deseamos que Sidor, cuya transición a manos del Estado ya ha comenzado, continúe este camino de éxitos, están dadas todas las condiciones para ello”, suscribieron los altos cargos de la siderúrgica Ternium frente a Sidor durante la etapa privada, Daniel Novegil, Maritza Izaguirre, Martín Berardi, Julián Eguren y Ricardo Prosperi, en un libro sobre la siderúrgica titulado 1998-2007, Una década de progreso.

10 años antes, explica el exsidorista René Núñez en su columna Portachuelo de abril de 2008, las excesivas guayas legales y regulaciones, las necesidades de mejoras de productividad y adecuación tecnológica para mantener la capacidad competitiva de Sidor que demandaba, entonces, cuantiosa inversión que el Estado ya no podía garantizar fueron las razones obvias por las que se privatizó Sidor. Ternium cubrió el abanico de necesidades con creces.

Tras el anuncio de reestatización en 2008, las partes acordaron una compensación a la compañía argentina de 1.970 millones de dólares, cuyo acuerdo de pago registró demoras y reprogramaciones.

El 30 de abril de ese año, Chávez firmó el decreto de nacionalización y, el 12 de mayo, fue publicado el decreto Nº 6.058 de la Presidencia de la República, mediante el cual se declararon de utilidad pública e interés social las actividades de la industria, sus empresas filiales y afiliadas.

“Trabajadores de Sidor: vamos a transformar la siderúrgica en una empresa socialista, del Estado socialista, de los trabajadores socialistas, para impulsar la revolución bolivariana”, aseguró el mandatario nacional.

Gremios vieron con inquietud la decisión. “Vemos con preocupación que en medio de una difícil negociación laboral, se tome esta determinación que nada aporta a la solución del conflicto. Sin embargo, afecta inversiones privadas internacionales y compromete nuevos recursos del Estado que pudiesen ser utilizados en nuevas inversiones en este u otro ramo estratégico de la industria básica nacional”, expuso la Cámara Venezolana del Envase (Cavenvase) a horas de la reestatización.

El Consorcio Metalmecánico del estado Carabobo (Comec), que agrupaba a 70 pequeñas y medianas industrias, pedía reconsiderar la medida, dando cuenta del suministro oportuno y en condiciones favorables de Ternium Sidor. Otras coaliciones confirmaron la excelente relación comercial y de asistencia de la gestión privada.

Una década después, las alertas resonaron. La caída productiva fue inmediata. Los números muestran un retroceso de 92,8% de la producción de acero líquido en la última década, de 4,3 millones de toneladas en 2007 a 309 mil 106 toneladas al cierre de 2017.

Las áreas de producción están detenidas o en operaciones mínimas. No hay ruido de máquinas y los trabajadores que acuden a sus jornadas son escasos, debido a las fallas del transporte por la falta de flujo de caja de la industria. Una década después, la nómina se triplicó pero la producción es menos de la décima parte de la registrada en 2007, un año antes de la reestatización.

Pese al engorde de la nómina, por la eliminación de la tercerización, el silencio en lugares bulliciosos como el portón 3 es elocuente. A las 6:50 de la mañana del viernes 6 de abril, unos 25 buses están en los rieles de la terminal de personal. A las 7:00 de la mañana, cuando el movimiento debería ser aún agitado los trabajadores son pocos y no hay ni un bus que traslade a los siderúrgicos a sus áreas o sus casas.

Los trabajadores estiman que más del 70% del personal no acude a la planta y han optado por buscar otros empleos para sobrevivir. El deterioro salarial, que los sidoristas aspiraban revertir en las negociaciones con Ternium en 2008, se ha acentuado. Las acciones clase “B” que estaban en manos de los trabajadores, extrabajadores y jubilados fueron vendidas al Estado, una pérdida si se considera que fue un modelo novedoso, con rendimientos y de participación real en la composición accionaria de la compañía.

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