La aduana posible, por Carlos Asuaje Sequera

La aduana posible, por Carlos Asuaje Sequera

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El servicio aduanero venezolano requiere con urgencia una redefinición de sus metas y una reorganización de sus cuadros. Lo primero, para extirpar la idea,?ya de vieja data, de que las aduanas son entes recaudadores, suerte de peajes donde el importador satisface, de consuno, los impuestos y el voraz apetito de la corrupción, cada vez más agresiva por impune; lo otro, para ubicarlas en las vísperas del siglo XXI, para convocarlas al gran esfuerzo nacional que nos impone la crisis, para amputar la inmoralidad administrativa, en cuya presencia todos los males encuentran cobijo. 





A decir de la Ley que regula la materia, el servicio aduanero de la República tiene por finalidad intervenir y controlar el paso de mercancías extranjeras, nacionales o nacionalizadas a través de las fronteras, aguas territoriales o espacio aéreo, a objeto de determinar y aplicar el régimen jurídico al cual dichas mercancías estén sometidas. Ese es, y no otro, el deber que co­rresponde a este organismo público. 

Las aduanas ejercen funciones relacionadas con la salud de personas, animales y plantas, al impedir la introducción ilícita de drogas y de mercaderías portadoras de enfermedades; al negar la internación ilegal de armas, preservan la paz, y al hacer lo propio con la por­nografía y con objetos que alienten la comisión de hechos ilícitos, se constituyen en defensoras de la legalidad, de la moralidad y el orden públicos; al recaudar con exactitud las tasas e impuestos, a la vez que engruesan el patrimonio fiscal, materializan las políticas y orientaciones del Estado en materia de comercio internacional; cuando impiden la extracción fraudulenta de bienes de primera necesidad, niegan el disfrute en tierras extrañas de artículos íntima­mente ligados a la mesa de los más pobres. 

Pero, ) a qué servicio aduanero me refiero? Acaso a uno descrito en los cuentos de Hans Christian Andersen. ( No!, hago referencia a la?aduana posible , a un fragmento de esa Venezuela realizable soñada por quien, sin ocultar su angustia por el porvenir, se tituló “viejo soldado de la esperanza”. 

No pertenece al hado de lo inevitable la antigua sinonimia entre lo aduanero y lo corrupto; no es fatal que las aduanas sean aposento del desorden y de todo género de vicios e ilegalidades; no es ineluctable que sean presas permanentes de aventu­reros, apadrinados, e indeseables de toda laya. Nada impide, que no sea nuestra propia laxitud, la transformación de una realidad que es más perniciosa en cuanto mayores sean las esperanzas de expandir nuestra economía mediante una vasta y vigorosa política de comercio internacional. 

Nuestro servicio aduanero, al igual que el resto del país, ha sido deteriorado por la contradicción fundamental de nuestra democracia: anteponer el beneficio de unos pocos a la felicidad del colectivo; superponer los intereses personales, del compañero o del amigo sobre los legítimos del conglomerado nacional. 

Frente a la realidad actual, ciertamente, existe una aduana posible: honesta, moderna, tecnificada, exacta cumplidora de sus deberes, impermeable a las lisonjas corruptoras y ajena a las ilegalidades.?Esa es la aduana que los venezolanos de este tiempo difícil estamos obligados a construir, por mandato moral y necesidad material; esa es la aduana que de haber existido durante el quinquenio constitucional anterior, hubiese impedido el fenómeno RECADI, a fuerza de una correcta valoración de las mercancías importadas. Esa es la aduana que coadyuvará al logro de un desarrollo económico creciente y sostenido, a la paz social, al rescate de la plena soberanía, a la revalorización de la moral y a la reactivación de la esperanza. 

Abrumados por la impunidad de los delitos, por la falsedad de las promesas, por las estrecheces económicas, por la inseguridad personal y, en fin, por la disminución de la calidad de la vida, los venezolanos debemos tener especial cuidado en no dejarnos captar por el fatalismo. Al contrario, es tiempo de renovar la fe, de intuir que somos nosotros mismos los que debemos construir el futuro, que sólo de nuestro esfuerzo pueden surgir la aduana posible, la Venezuela posible y el bienestar posible. 

NOTA: este artículo fue escrito el 22 de enero de 1.990.  

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@CarlosAsuajeS
http://www.aduanas.com.ve