Mugabe de temido dictador a objeto de sátira teatral en menos de medio año

Mugabe de temido dictador a objeto de sátira teatral en menos de medio año

Un hombre mira un televisor que transmite un discurso estatal del presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, en Mbare, Harare, el 19 de noviembre de 2017. El presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, en una muy esperada conferencia televisiva, destacó que aún estaba en el poder después de que su régimen autoritario de 37 años se vio sacudido por una toma militar. Muchos zimbabuenses esperaban que Mugabe renunciara luego de que el ejército tomara el poder la semana pasada. Pero Mugabe pronunció su discurso junto a los generales uniformados que estaban detrás de la intervención militar. En su discurso, Mugabe no hizo referencia al clamor por su renuncia. / AFP PHOTO / ZINYANGE AUNTONY
Un hombre mira un televisor que transmite un discurso estatal del presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, en Mbare, Harare, el 19 de noviembre de 2017. / AFP PHOTO / ZINYANGE AUNTONY

 

El público no para de reír y de aplaudir a los jóvenes actores que se han atrevido a hacer algo que, tan solo hace unos meses, les habría costado una pena de cárcel como mínimo: satirizar en una obra de teatro al derrocado presidente Robert Mugabe, que gobernó Zimbabue con mano de hierro durante 37 años.

La salida del poder de Mugabe se materializó el 21 de noviembre de 2017 tras un levantamiento militar desencadenado por la destitución del vicepresidente Emmerson Mnangagwa -hoy presidente del país-, forzada por las ambiciones de la primera dama Grace Mugabe, que aspiraba a suceder a su marido en la jefatura de Estado.





Todos estos sucesos se plasman en la obra “Operation Restore Regasi” (algo así como “Operación restablecer el legado” en español).

La función hace burla incluso en su título al mofarse del marcado acento de la etnia Shona que gasta el general Constantino Chiwenga, quien lideró la asonada contra Mugabe y hoy es vicepresidente del Gobierno, pues pronuncia “Legacy” (“Legado”) como “Regasi”.

Una fría y lluviosa tarde de abril en la capital zimbabuense, Harare, es testigo de la segunda representación de la obra en un teatro abarrotado y expectante ante algo que no deja de ser una prueba de libertad de expresión con un Gobierno que sigue estando controlado por los veteranos del partido que fundó el propio Mugabe.

Una mujer sospechosamente parecida a Grace Mugabe aparece en el escenario, mirando a todos por encima del hombro y practicando un discurso político contra los históricos de la formación gobernante en lo que parece ser una de las lujosas habitaciones de la residencia privada del presidente.

De repente, entra en escena el general Chiwenga, acompañado de un derrotado Mugabe, y grita: “¡Está detenida por usurpar los poderes del presidente! Tiene derecho a acatar la revolución”, a lo que la doble de la primera dama se desmaya.

En otra escena posterior, Mugabe se dirige a su esposa en tono desesperado: “Estamos acabados, Grace”.

Y ella responde: “¿Y ahora, de dónde sacarán nuestros hijos el dinero para irse de fiesta?”.

El público no pierde el interés en ningún momento: al fin y al cabo, los hechos ocurrieron hace menos de cinco meses y, pese a las multitudinarias manifestaciones pidiendo la marcha de Mugabe, poco se supo de las negociaciones entre los sublevados militares y el veterano político, que cumplió hace poco 94 años.

La reacción de los espectadores no deja lugar a dudas: la simpatía por los personajes de la pareja presidencial es mínima.

No perdonan ni el excesivo poder acaparado por la poco popular primera dama, una aficionada al lujo en un país pobre afectado por una grave crisis económica, ni tampoco los últimos años de tiranía de Mugabe, en los que Zimbabue llegó a perder su propia moneda.

Curiosamente, quien no aparece en la obra es el actual presidente, Emmerson Mnangagwa, aunque se hace referencia a él en un momento cómico en el que Grace Mugabe le tiene que recordar a su anciano marido que había destituido a su tradicional aliado.

El director y guionista de la obra, Charles Munganasa, explica a Efe que resumir todo lo que pasó aquellos días en una obra de hora y cuarto resultó “un gran reto”.

El otro desafío fue encontrar actores dispuestos a representar la función.

Pese a que finalmente consiguió un grupo de nueve jóvenes de la localidad de Masvingo (sur), a las primeras selecciones solo se presentaron dos actrices. Una de ellas se quedó con el papel estrella de Grace Mugabe.

“Bajo el régimen de Mugabe, el arte estaba tan censurado que la gente evitaba involucrarse en obras políticas, especialmente en una ciudad pequeña como Masvingo, donde todos se conocen. Creíamos que nos iban a hostigar pero, durante las representaciones, no hemos tenido problemas”, asegura Munganasa.

Por su parte, el productor de la obra, Daves Guzha, se muestra esperanzado con los primeros pasos de Mnangagwa al frente de esta nación del África meridional, pero reclama una mayor presencia del arte zimbabuense en la campaña de promoción internacional lanzada por el nuevo Gobierno.

“El presidente -añade Guzha- ha dicho que el país está abierto a los negocios, pero no se ven estos valores en las artes creativas. También necesitamos industrias culturales y de creación para promover un nuevo Zimbabue”. EFE