William Anseume: Retrogradación política permanente

William Anseume: Retrogradación política permanente

William Anseume

 

Hoy la Asamblea Nacional debatirá contra las actuaciones del presidente Nicolás Maduro, si finalmente la dejan actuar. Fácticamente, a lo interno, la decisión que se tome, y todos esperamos que ésta sea positiva para la democracia venezolana, para la civilidad, para la ciudadanía, podría tardar mucho en ejecutarse o podría, incluso, no concretarse de ser contraria a los deseos de ese yo-el-supremo debilitado y no ficcional, elementalote él.





Indudablemente nos encontramos en un momento agónico de la sociedad venezolana. Esto también quiere decir que nos hallamos en la fabulosa víspera de una reelaboración de lo que somos y cómo queremos seguir siendo, especialmente en materia política y social, con sus indispensables derivaciones económicas. Estamos en vísperas de una refundación nacional y esto no es poco. Reordenar este despelote implica una tarea magna, conjunta. Ojalá los partidos políticos así lo entiendan y se tomen su reconstituyente.

Lo primero sobre lo que hay que elaborar es sobre la idea de democracia, sobre quién toma las decisiones y cómo las lleva a cabo, sobre el papel de los militares y los roles de los civiles, otra vez. Parece un permanente retroceso en nuestro pensamiento político, porque nos retrotrae todo esto al siglo XIX, a los diversos momentos fundacionales y re-fundacionales de ese sustrato mental que llaman patria, a los acuerdos necesarios para soportarnos y hacer que la maquinaria diaria de la vida funcione y funcione bien, para bienestar de todos; suena a lujo dicho así, aquí y ahora.

Habría que hacerse preguntas elaboradas y relaboradas a lo larguísimo, como suena, de nuestra historia. No sólo venezolana, latinoamericana: “Podríamos preguntarnos, –señala Ángel Rama en su Ciudad letrada– en efecto, ante el panorama que ofrecen las sucesivas olas democratizadoras, aliadas a formas gubernativas caudillistas, cuando no de intransigente autoritarismo, si no continuamos en la órbita modernizadora del ´cesarismo democrático´”. No sé ustedes pero a mí me di-suena que la respuesta a esta pregunta es sí, en ese punto muerto seguimos incólumes. En eso andamos todavía, cargados de pesadumbre, de rémoras cercanas a maldiciones perpetuas.

¿Por qué tenemos que estar volviendo a imaginarnos como José Antonio Páez en caballo y alpargatas, amolando lanzas, mascando chimó, comiendo en totuma y matando pajaritos con chinas? ¿Por qué diablos volver a Carabobo? Como rezaba un reciente eslogan militar y militarista. ¿Acaso somos eso sin salida? ¿Acaso los ciudadanos venezolanos quieren eso y merecen eso sin alternativa posible? No, vale, no. Lucen también estos empachos como las discusiones de los cincuenta del XX o más atrás, siempre más atrás. Recuerdo haber leído que Miguel Otero Silva proponía definir la situación política cuando López Contreras, diciendo algo así como: no estamos en democracia ni en dictadura, pronto tendrá que definirse el rumbo. Hoy leo que dicen dictadura de nuevo cuño, o moderna y así seguimos en este ritornelo imperecedero de nuestro mundillo político que parece siempre estar a contracorriente de nuestras necesidades básicas políticas y al contrario del mundo. No alcanzamos la madurez y vamos a lo seguro: a Carabobo. No tengo nada contra ese estado, espero que se entienda y Valencia me parecía hasta hace unos años una pujante y linda ciudad, con buenos amigos. Más que volver a Carabobo ellos, los militares, deben retornar a sus fuertes. ¿Por qué no proponerles un slogan, de una vez: vuelvan a Fuerte Tiuna?

¿Será que avanzaremos y saldremos del hoyo mental general?

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