Juan Guerrero: Alegría de tísicos

Juan Guerrero: Alegría de tísicos

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Salir de Nicolás Maduro, aunque se será difícil, es posible si los partidos políticos de la oposición se unen, como es el inmenso deseo de la mayoría de los venezolanos.





Pero salir del régimen chavizta-madurista ya son palabras mayores. Porque ello implica desmontar todo un aparato de poder real de fuego, económico y de compadrazgos compuesto por militares corruptos, bandas y megabandas criminales enquistadas en las instituciones del Estado, grupos paramilitares (urbanos y rurales) y la “asesoría” de internacionalistas cubanos, nicaragüenses, rusos, chinos, bolivianos, iraníes y sirios. Estos últimos, con presencia en campos de formación para terroristas en suelo venezolano. Además de complacientes patriotas cooperantes, oficialistas y opositores.

Porque como lo han estado diciendo sus jefes, el chavizmo llegó al poder para siempre. El chavizmo fusionó Estado-partido-militares-pueblo, y el madurismo los convirtió en “rodilla en tierra” como servicio doméstico de sus jerarcas.

El Estado venezolano de hecho no existe. Ha sido desmontado y solo queda una pantalla sobre la cual medran grupos que se dedican a saquear riquezas. La presencia en Venezuela, desde hace ya varios años, de Rusia e Irán, tiene implicaciones que escapan al control nacional de quienes solo detentan el poder político. Porque la ecuación económico-militar recae, tanto en los chinos, rusos e iraníes y un extenso etcétera de grupúsculos con siglas casi infinitas.

Desde hace algún tiempo dependemos de decisiones externas. Ya ni la Cuba castrista se está ocupando de los problemas sensibles que ha generado el extremismo chavizmo-madurismo en la esfera internacional. Los últimos atentados terroristas ocurridos en Europa tienen sus fuentes financieras en territorio nacional. Además de la logística diplomática y madrigueras cinco estrellas.

Visto esto, el destino de la nomenclatura roja está decidido desde hace tiempo. Lo saben, tanto quienes los han condenado como sus protagonistas. No hay forma de escapar a no ser que se negocie. Pero como ya ha sido reseñado hasta el cansancio, los países europeos, así como Canadá y, obviamente, Estados Unidos de Norteamérica, fueron lo suficientemente flexibles casi hasta agotárseles la paciencia.

Lo que ocurre es cosa también repetida una y mil veces: con malandros es imposible negociar. Sea que se disfracen de estadistas, de parlamentarios, de ministros, de generales o de empresarios. Malandro es malandro y siempre lo será.

Ahora se está llegando a una encrucijada y no necesariamente por la presión interna con los políticos nacionales a la cabeza. Es que a Venezuela la han metido en el escenario internacional de la peor manera posible. Como cabeza de playa en Latinoamérica para la avanzada de la “mancha verde” islámica y como punta de lanza del neo imperio ruso que desea tener en tierra continental su propio enclave, tipo Siria en el mediterráneo.

Los hijos del profeta Alah entraron por las islas de Trinidad-Tobago y fueron a dar a Guyana. Luego se han desplazado a nuestro territorio donde encontraron refugio seguro para sus campamentos de entrenamiento terrorista.

Por ello, no será nada fácil salir de esta gente. Porque se han entremezclado con los grupos paramilitares criollos, así como los subgrupos que están surgiendo de las divisiones Farc-Eln colombianos y las Faln que tienen sus campamentos en el Alto Apure-Barinas.

Quien esté pensando que la solicitud de antejuicio al presidente terminará por desplazar del poder al chavizmo-madurismo, que se siente en silla cómoda, porque hasta que los poderes internacionales terminen de acomodarse, ellos seguirán en Miraflores. Sea con Maduro, sea con Falcón, sea con Leocenis, sea con Rosales o incluso, con una cachucha tricolor.

La situación es realmente alarmante para la Venezuela de 2018. Es tan grave, que la ayuda humanitaria, apenas sería un paso endeble en el arduo camino hacia la libertad. Incluso, esta ayuda estaría bajo negociación y uso político por el malandraje rojo.

Siempre lo hemos dicho. El matrimonio entre militares-choros metidos a políticos, ha sido la peor decisión que el chavizmo hizo. Con toda la mala intención, dicen algunos. Pues fue planificada siguiendo los principios castristas de estilo nazifascista. Otros indican que fue un error de cálculo del comandante eterno y a la final los malandros salieron ganando.

Como sea, quienes estamos perdiendo somos los ciudadanos venezolanos mayoritariamente decentes. Porque la reconstrucción de la república, que indudablemente se levantará, la haremos sobre los escombros de una debacle nacional donde cientos de miles de asesinados, torturados y desaparecidos, así como sus familiares, estarán exigiendo justicia por años.

(*)  [email protected]   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1