El relato de uno de los abusados chilenos que será recibido por el papa Francisco

Juan Carlos Cruz. Infobae
Juan Carlos Cruz. Infobae

 

Juan Carlos Cruz es uno de los estudiantes que acusó al cura chileno Fernando Karadima, suspendido de por vida después de que se dieron a conocer una serie de denuncias en su contra por abusos sexuales, en 2010, reseñó Infobae.

En los próximas días, Cruz será recibido por el papa Francisco en el Vaticano junto con otras dos víctimas de Karadima.





El Centro de Investigación Periodística (CIPER) de Chile publicó una larga entrevista a Cruz, extraída del libro Los secretos del imperio de Karadima, donde da detalles de los hechos que sucedieron en los años 80 en la escuela religiosa donde estudiaba.

Juan Carlos llegó a la parroquia El Bosque en 1980. “Tenía 16 años y estaba en tercero medio. A pesar de que Karadima dice que nos conoció siendo universitarios, la verdad es que él fue a mi graduación. Incluso nos sacamos una foto. Y en esa foto yo estoy con la corbata del colegio. Desgraciadamente era tanto lo que me angustiaba verlo, que la rompí. Pero él fue a mi casa para mi graduación de colegio, y acompañado de varios jóvenes. Lo recuerdo muy bien porque mi papá había muerto hacía un año y me daba mucha pena que no estuviese en la graduación de su primer hijo”, comenzó Cruz.

Ante la pregunta sobre cuándo fue la primera vez que Karadima lo manoseó, la víctima respondió: “Diría que en cuarto medio. Pero tengo la sensación de que desde que lo conocí lo vi toqueteando. Al principio no lo hacía conmigo, pero sí con los demás. Y cuando entró en confianza conmigo empezaron los golpecitos en los genitales, cosa que me ponía tremendamente nervioso, pero me paralizaba”.

Sobre cómo eran las confesiones con Karadima, comentó que había dos tipos: “Una en la sacristía, donde te hincabas delante de él y eran cara a cara. Ahí no pasaban muchas cosas porque la sacristía pasaba llena de gente, entonces solo te agarraba con las dos manos y te decía: ´Dios te bendiga´ y te daba un besito ‘cuneteado’ (cerca de la boca) o un palmoteo en los genitales con los nudillos. Pero no más, porque había gente esperando y lo hacía muy discreto. Esas confesiones eran más bien genéricas, no se prestaban mucho para entrar en detalles. Y si decías algo más íntimo te decía: ‘De eso vamos a hablar después’. Las otras confesiones eran en su pieza. Esas sí eran peludas”.

Y detalló: “El estaba acostado, vestido, con el cinturón desabrochado, y yo me hincaba y él ponía mi cabeza en su pecho. Yo le contaba y él me hacía cariño. Como conversando… Me tocaba la cabeza y luego me la agarraba con sus dos manos y me decía: ‘Dame un beso’. Y salía un beso cuneteado. Una vez me agarró así y me dijo: ‘Saca la lengüita’. Y yo la sacaba y me la tocaba con su lengua. Eso me daba asco y me quería morir. No entiendo por qué dejaba que eso pasara y hasta el día de hoy me lo recrimino”.

“Eso pasaba en su pieza, donde no había nadie más. Y mi gran vergüenza es que cuando uno es tan joven, a ti te tocan y tienes una erección. Y me da asco pensar que ese hombre me pudo haber producido eso. Pero me pasaba. Y después de darme besos me hacía pararme y se notaba que tenía una erección. Y lo estoy escuchando cuando al tocarme decía: ‘¡Qué te paso Juan Carliiitos!’. Y el golpecito en los genitales.’Pero qué tenemos ahí, ¡por Dios, Juan Carlitos!’. Nunca me hizo lo que a otros… Nunca me bajó el cierre de mi pantalón… Sin embargo, cuando uno es adolescente y te pasan cosas, él sabía cómo aprovecharse”.

Cruz agregó que lo que más le hizo fue tocarlo, darle besos y sacar la lengua. Y contó que hasta pensó en quitarse la vida porque no soportaba tanta angustia.

“El abuso psicológico de ese hombre conmigo fue horrible… No solo el toqueteo y esa lengua asquerosa… Mira, cuando yo estaba en el Seminario y Karadima nos hacía la vida imposible, tuve apendicitis. Tuvieron que operarme. Yo estaba tan abrumado con el problema que tenía con Karadima que incluso pensé en suicidarme. Pero no me atrevía. Después de haber perdido a mi papá, no quería hacerle eso a mi mamá y tampoco a mi familia. Pero estaba tan deprimido y veía el mundo tan negro que un día dije: ‘Yo me tengo que suicidar, ¿cómo?, no sé’. Y resultó que me tuvieron que operar de apendicitis y se produjo una infección. Y fue muy fuerte, porque mi cuerpo estaba sin defensas… Y fue entonces que inconscientemente, y conscientemente también, dije: ‘Ya, voy a dejar que esta infección me mate: es la salida perfecta'”.

Ante la pregunta sobre su condición homosexual Cruz relató que le contó a Karadima y que eso le daba mucho temor: “Yo le dije que tenía estos sentimientos gay y que me daba mucho miedo. ¡Terror! Y después tuve que confesarle los sentimientos que experimentaba por una persona…, que había pasado algo con uno de los jóvenes de El Bosque. Le conté…”.

Luego desarrolló por qué hizo “esa confesión” al cura: “Porque la otra persona le contó primero. Él me dijo: ‘El padre lo sabe todo, me confesé con él y quiere que tú te confieses con él’. Yo estaba aterrado. No había pasado nada, puras caricias y siempre nos sentíamos muy culpables y aterrados, porque no era fácil asumirse en los 80. Yo me fui llorando a mares a hablar con el cura, diciendo: ‘Aquí se me acaba el mundo’. Y él me hizo contarle exactamente todo. Y nunca se me va a olvidar que me preguntaba: ‘Y tú, ¿derramaste mucho?, y él, ¿derramó mucho'”.

“Esas palabras todavía me ponen la carne de gallina. Yo tenía 18 o 19 años y lloraba con hipo. Y el cura me dijo: ‘Ahora yo no sé si tú vas a poder ser sacerdote’. ¡Imagínate la destrucción! Yo quería ser sacerdote. Yo quería salvar al mundo”.

Cruz señaló que Karadima buscaba la “dominación absoluta. Hasta me pedía que le limpiara su pieza”.

Luego agregó: “Él usaba la confesión y cualquier cosa que lo ayudara a dominar. No me cabe duda de que a otros les hizo lo mismo que a mí”.

*Este extracto de la entrevista es una parte de las largas conversaciones con Cruz para la investigación del libro Los secretos del imperio de Karadima. (Fuente: CIPER).