Juan Guerrero: Atrapados con salida

Juan Guerrero: Atrapados con salida

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Que sepamos, la primera gran emigración en Venezuela ocurrió en el siglo XIX, con el desplazamiento de cerca de 20 mil almas, desde Valencia hasta Cundinamarca. Por esa época (1812-13) también hubo un desplazamiento interno, desde Caracas y pueblos centrales hasta el oriente del país.





No había existido otra emigración a gran escala hasta el siglo XXI (2014-2018) cuando se calcula que la población que emigra oscila, entre 2 millones a 3 millones y medio de personas. Especialistas en demografía, como Francoise Benko (1976) entre otros, hablan de una movilidad social que ha sido programada y posteriormente, alterada, con la consecuente fragmentación de la estabilidad social, que indudablemente tendrá sus consecuencias en el devenir social y cultural de nuestra sociedad.

Luego de la II Guerra Mundial (1945) llegan al país los inmigrantes españoles, portugueses e italianos. Antes, a finales del siglo XIX, de manera semi programada, llegan los colonos alemanes a las tierras de la Colonia Tovar.

Posteriormente en los años 60s.-70s., arriban los desplazados árabes (sirios, libaneses, palestinos) y en segunda oleada, los desplazados asiáticos. Estas minorías étnicas confluyen, en los años 60s. 70s. y 80s., con los grupos de desplazados latinoamericanos (del llamado cono sur: argentinos, uruguayos y chilenos) que debieron salir de sus países, por motivos políticos y socioeconómicos.

A esa oleada de inmigrantes habría que agregar, ya en los años 80s. y 90s., los peruanos, ecuatorianos, dominicanos y panameños.

Las oleadas de inmigrantes bien pueden ser clasificadas en cuatro etapas. Si bien estas se entremezclan por su movilidad social y de profesionalización. Hubo una primera, de académicos, empresarios y políticos. Una segunda, de profesionales de todas las áreas. Una tercera de mano de obra especializada, así como de artesanos y comerciantes. Y finalmente, la más abundante: delincuentes (paquete chileno) proxenetas y prostitutas.

Creo que eso mismo está ocurriendo en estos momentos, pero de manera inversa, entre los millones de venezolanos que están emigrando. La situación no creo que deba ser asumida de manera superficial por quienes se debaten entre los que defienden a quienes nos quedamos o se van del país.

No creo tampoco que en Venezuela se recibió con los brazos abiertos a los millones de inmigrantes que hicieron del país su segunda patria. Habría que preguntarle a los cientos de miles de “braceros” colombianos o a las domésticas, quienes debieron trabajar durante años, como mano de obra semi esclavizada en el sur del lago de Maracaibo.

O acaso ya se olvidó la serie de programas que se trasmitieron por televisión (Radio Rochela) donde se mofaba en serie de “risas” de los españoles (gallegos) y portugueses como personas subnormales.

No es verdad que en Venezuela se recibió a los extranjeros con los brazos abiertos. De manera “oficial” pueda que eso haya ocurrido. Pero la realidad está palpable. O es que ya se olvidó que en la Venezuela de los años 60s.-70s., se veía a las incipientes areperas regentadas por portugueses como centros de servicios de segunda o tercera categoría.

O es que alguien duda de las miles de dominicanas y panameñas usadas como “servicio social” en las minas de oro de Tumeremo, El Callao, Las Claritas, en los dorados años 80s., 90s.

Ese venezolano de clase media formado en esos años es, absolutamente, un individuo que discriminó y se mofó de los extranjeros. Se burló de ellos por todos los medios posibles. Y en menor grado, sintiendo lástima, los fue incorporando a la realidad social, más porque ellos se ganaron su puesto social por sacrificio laboral y menos por la apertura que pudieron darle en la esfera social estratificada.

Estoy en contra, obviamente, de la xenofobia que existe contra ciertos venezolanos. Pero es que ello obedece a factores de defensa de esos grupos sociales que ven ocupados sus entornos socioeconómicos por otros nacionales. Pasa en esos países y ocurrió en el nuestro. Lo reitero: en modo alguno lo justifico. Sin embargo, hay que entender las razones que llevan a ese menosprecio. Sea por razones sociales, económicas, políticas o profesionales.

Cuando en 1817-19 hubo la emigración de venezolanos por las bocas del Orinoco, desde Angostura a las islas del caribe (Trinidad, Tobago, Granada, Saint Martin, Martinica) los venezolanos de entonces fueron recibidos, inicialmente, con los brazos abiertos. Pero después el rechazo fue generalizado.

Lo que está emigrando por estos tiempos hacia países latinoamericanos y europeos, es el puro lumpen, el “perraje” de delincuentes y prostitutas. Indudablemente que se ve gente decente y de principios. Pero esta IV oleada es de lo peor, como ocurre en todas las sociedades y países donde sus habitantes deben emigrar para salvar sus vidas.

No caigo en aquello de “los pobres venezolanos” que fuera del país la están pasando mal o de quienes nos quedamos, estamos peor. Esas son posturas de personas resentidas sociales o de quienes esperan que les solucionen sus vidas.

Lo de hoy es generar una actitud proactiva que nos permita seguir adelante y superar la mentalidad marginal de un populismo que nos tiene atrapados y a merced de grupos de poder, sea oficialistas o de oposición. La mentalidad marginal no sabe de políticas y sí de oportunismos.

(*)  [email protected]   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1