Luis Alberto Buttó: Simulacro

Luis Alberto Buttó: Simulacro

Luis Alberto Buttó @luisbutto3
Luis Alberto Buttó @luisbutto3

 

Estamos en tiempos de simulacros. Diría entonces el mataburro que, entre otras cosas, estamos en tiempos de ficción, imitación o falsificación. Quedémonos con el primer significado y demos rienda suelta a la imaginación. Fantaseemos, por ejemplo, que los ideólogos, representantes y ejecutores del poder autoritario y omnímodo que ensombrece la vida de los venezolanos, los expertos supremos en el avieso arte de desgobernar, los especialistas en retrasar el progreso y pisotear cuanta libertad el hombre moderno se haya dado a la tarea de edificar, despiertan un día y, al mirarse en el espejo, comprenden que el repugnante rostro que la realidad les muestra es la faz de miserables reyezuelos Midas al revés, en el sentido de que a todo cuanto le ponen las manos lo trocan en miseria campante y desastre absoluto. Si miraran más allá sus propios intereses (maravilla que es menester poner en duda), les quedara una minúscula reserva de vergüenza y se les despertara un poco de real preocupación por el país, liarían sus bártulos e ipso facto tomarían las de Villadiego. A donde vayan, que el destino les depare.

Imaginemos, simultáneamente, que los personeros que les suceden en la conducción del Estado son distintos a cierta pléyade de jóvenes y viejos, todos ellos anquilosados, que pululan en la acera contraria a la mentada revolución de pacotilla. Figuras y líderes opositores radicalmente diferentes a los que no desperdician un día en transparentar escasez de pensamiento, inconsistencia en la acción y convicción irracional de que sólo a punta de componendas, complicidad y favoritismo se puede hacer política. Políticos dispuestos a construir la unidad nacional porque están disconformes con sus pares que, en el enfrentamiento con el gobierno, sólo han sumado dispersión producto del egoísmo, las aspiraciones desmedidas y la desorientación absoluta.





Imaginemos también que al llegar al poder no colocan al frente de cuanto cargo sea posible a quienes les otorgaron favores y dinero o al conjunto de intelectuales acomodaticios que los sedujeron con el discurso lisonjero que querían escuchar para solaz de su ego. Imaginemos que arman gobierno con base en un ejercicio mayor al hecho de pasar lista a los carnés de militancia. Soñemos que tienen palabra y honran la mil veces empeñada (¡Oh, Dios! ¿Será posible?) de convocar a los mejores y se rodean y apalancan en expertos capaces de recomponer las áreas de la sociedad que con denuedo han estudiado por años. Creamos que estos posibles nuevos gobernantes tienen claros los alcances y significados de objetivos como recomponer la arquitectura institucional e implantar un nuevo modelo de desarrollo.

En caso de que la ficción anterior llegase a ser realidad, un amanecer distinto despuntaría en el horizonte de la patria. De seguro, el país no se recompondría de la noche a la mañana. Cierto tiempo, considerable para algunos, prudencial para otros, transcurriría antes de que comenzara a notarse el cambio tantas veces postergado. No saldríamos de la oscuridad en un dos por tres, pero tendríamos a mano la adecuada linterna para alumbrar el camino. Sendero que, no a la vuelta de la esquina, pero sí al final de la jornada, sería floreciente, porque habría sido abonado con el esfuerzo de millones que habrán vuelto a confiar en el valor del trabajo y la bondad de la dedicación. Haríamos sacrificios, es verdad, pero lo haríamos voluntariamente, no como resultado trágico de la ignorancia, la maldad, la indolencia y la incompetencia que hoy nos aplastan. En el fondo, la palabra sacrificio sería inapropiada, pues sólo estaríamos brindando nuestro concurso para reflotar la esperanza que desbarataron los facinerosos. En fin, la nuestra volvería a ser una nación de verdad. No una cárcel; no un infierno; no un desconsuelo.

Hay simulacros que el país no requiere. La imaginación debería estar puesta en algo más productivo.

Historiador

Universidad Simón Bolívar

@luisbutto3