Yoani Sánchez: Cepal, cinco letras que perdieron el rumbo

Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de Cepal, junto al presidente Miguel Díaz-Canel. (EFE)
Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de Cepal, junto al presidente Miguel Díaz-Canel. (EFE)

 

En los organismos regionales que proliferan en América Latina existe una clara línea divisoria a partir de su postura hacia la Plaza de la Revolución de La Habana. En esa “sopa de siglas” hay entidades contrarias al castrismo, otras apáticas y muchas cómplices. En este último bloque se ubica la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

La Cepal ha sido por años una cómoda compañera de ruta para el Gobierno cubano, apoyando su gestión, validando sus engordadas cifras y callando cualquier crítica. Una actitud que le gana elogios oficiales y continuos recibimientos con alfombra roja, al estilo del ocurrido esta semana durante el XXXVII Periodo de Sesiones del organismo realizado en la Isla.





La cita, en la que participó el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, fue el marco para traspasar la presidencia pro témpore de la Cepal a manos de Cuba. Gran ironía para un país que vive una prolongada crisis económica y donde los datos reales de la pobreza se adulteran o censuran.

Con la incorporación de La Habana al liderazgo es de esperar entonces que la Cepal mantenga el apoyo escorado hacia los populismos de izquierda que ha tenido hasta ahora.

El nuevo presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, no perdió la oportunidad de tantos altos funcionarios y periodistas que arribaron a la Isla para la ocasión y en su primer discurso en un foro de carácter internacional coló algunas frases grandilocuentes, como asegurar que el Gobierno no va a dejar “a ningún ciudadano desamparado” y que no aplicará “terapias de choque”.

A la misma hora que el mandatario hacía esa afirmaciones, miles de habaneros iban de un lugar a otro de la ciudad en busca de algo que comer en una nación donde cada día el desabastecimiento de alimentos se agrava y los salarios se vuelven más simbólicos. Por un lado Díaz-Canel prometía protección y, por otro, la realidad de los más ancianos y la población negra y rural seguía marcada por la premisa del “sálvese quien pueda”.

Un sistema que mantiene unos sueldos promedios que no superan el equivalente de 30 dólares al mes, pero vende en sus tiendas estatales un litro de aceite a más de 2,50 dólares, hace mucho tiempo que dejó desamparados a sus ciudadanos, se estableció como un depredador insaciable de su fuerza de trabajo, un voraz capataz de su tiempo y un despiadado explotador.

Datos estos que la Cepal prefiere tapar, mientras su secretaria ejecutiva, Alicia Bárcena, pierde toda la objetividad que su cargo requiere para afirmar que Cuba es un ejemplo y que ha “construido caminos alternativos”. A la par que difunde como reales, unos logros en el campo de la educación y la salud públicas que no ha podido comprobar, pues solo la pasean por las escenografías destinadas a turistas y organismos extranjeros.

Con una mansedumbre escandalosa, Bárcena ha pasado a ser una vocera del castrismo, una repetidora de verdades a medias, campañas desinformativas y garrafales omisiones. Al condenar el embargo económico estadounidense sobre la Isla y no hacer mención al bloqueo de las libertades que mantiene el Gobierno sobre la sociedad, la funcionaria deja en evidencia su poca profesionalidad para ejercer tan importante puesto.

¿Por qué no aprovechó la oportunidad frente al micrófono para demandar a Díaz-Canel para que destrabe la entrega de licencias al sector privado, que están frenadas desde agosto pasado? Resulta incomprensible que el rostro de la Cepal quede mudo ante los males que provoca la dualidad monetaria y las distorsiones financieras que la convivencia del peso cubano (CUP) y el peso convertible (CUC) genera en los datos económicos de la Isla.

Entre abundantes cócteles, glamorosos recibimientos y refinadas recepciones, la Cepal ha terminado por acercarse a los grupos en el poder en lugar de a los ciudadanos, prefiere la banda musical de los palacios de Gobierno que el traqueteo real de las calles. Optó por ser arropada por regímenes autoritarios antes que cuestionar el doloroso impacto que causan en la gente de a pie sus descabelladas políticas de centralismo y estatización.

En esa sopa de siglas que conforman los organismos que han procurado aunar, representar y definir el rumbo de América Latina, hay cinco penosas letras (Cepal) que perdieron definitivamente el rumbo.

Publicado originalmente en 14YMedio