César Indiano: Otro gorila se reelige en la salvaje amazonia

César Indiano: Otro gorila se reelige en la salvaje amazonia

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Latinoamérica es una subregión políticamente perdida y malograda. Todo esto dio comienzo en 1998 cuando un gorila venezolano engatusó a los electores diciéndoles que traería para Venezuela y para América Latina “una revolución sin armas”, es decir, una revolución de gallinas que consiste en montar farsas electorales, en convertir a los militares en sicarios de sus propios paisanos y en burlarse de las instituciones establecidas las veces que sean necesarias con tal de mantener incólume “un altar socialista para venerar a una bestia”.





Cuando en 1998 los venezolanos salieron en masa a votar por aquel proyecto político depravado no sabían, los pobres, que estaban labrando las estacas de su propia perdición. Fue cosa de años para que se revelaran las verdaderas intenciones del primer mandamás que perifoneaba insultos contra el mundo entero mientras suprimía – de forma metódica – las libertades básicas del comercio, de la convivencia y de la propiedad privada en su propia nación. Venezuela había caído en la trampa política más brutal de su historia.

Todo “plan socialista” siempre ha tenido dos objetivos estrictos, uno, robarle los bienes a las personas prósperas y dos, quitar de los cargos públicos a los individuos honorables para colocar en su lugar a una trulla de cretinos. Lo curioso es que a partir de 1998 estos atracadores vestidos de redentores, descubrieron que pueden lograr estos nefastos objetivos sin necesidad de derramar tanta sangre y sin necesidad de fatigarse inútilmente en guerrillas de montaña. (Por pequeños detalles insignificantes, los nacionalistas son una fotocopia de los socialistas, así que no se hagan ilusiones).

Los socialistas del Siglo XXI simplemente idearon un modelo de emboscaba para inmovilizar a las frágiles democracias de América Latina y digamos que les ha ido muy bien. Con la muerte del Gorila I el 5 de marzo del 2013, las riendas de este proyecto ignominioso quedaron en manos del Gorila II, Nicolás Maduro.

Este barzón heredó – sin querer – un reino sombrío en el cual las libertades de la gente habían sido completamente quebrantadas y donde los siervos de la gleba comenzaron a saltar los muros para salvaguardar sus vidas. A la altura del 2014 dos millones de venezolanos andaban peregrinando por el mundo, miles de ellos dejaron atrás sus familias, sus herramientas y sus propiedades. Esta cifra se ha incrementado a 3 millones en el 2018. En Venezuela ya sólo vive la gente que no puede escapar del infierno, lo cual dibuja una diabólica sonrisa en el rostro del régimen.

Cuando el Gorila II comenzó a intercambiar barriles de petróleo por lealtad y complicidad regional le fue muy bien, para ese entonces países económicamente descuartizados como Ecuador, Uruguay, Bolivia, Nicaragua y aun la misma Argentina, creyeron que podían lavar el rostro de sus mediocres gobiernos importando la versión herbívora del socialismo salvaje.

El costo de estas malas decisiones fue altísimo pues Cristina, Dilma, Humalla, Lula, Correa más todos los saqueadores que integraban sus gabinetes, están hoy a un paso de ingresar a la cárcel, acusados en juzgados internacionales de utilizar “el harapo de la pobreza” como bandera para labrar sádicas fortunas personales. Pero el pez gordo de toda esta malevolencia latinoamericana financiada con los manoseados dineros de un país arruinado hasta el subsuelo, se llama Nicolás Maduro.

El mundo no puede atraparlo porque este sujeto se ha escudado tras una dictadura blindada por un ejército feroz y asesino. La oposición interna de Venezuela –que es impotente y ágrafa – no tiene ninguna posibilidad de atrapar a este gorila porque el domingo anterior, con una demostración absoluta de mofa hacia las reglas más básicas del respeto institucional, la nueva bestia socialista de América Latina prolongó su mandato hasta el 2025.

La impotencia de la oposición se debe, en parte, a que la MUD (Mesa de Unidad Democrática) y el COPEI están integradas por camadas de colegiales sin experiencia, líderes que no son líderes, políticos que no son políticos, dulces personas que piensan que una dictadura criminal se vence con desfiles de camisas blancas y con el despliegue de velitas chinas al espacio. En realidad ¿Cuáles son las alternativas reales para liberar a Venezuela de esta servidumbre maligna ? no son muchas, pero hay que comenzar por entender que “el discurso del pueblo bueno e inocente” es una burrada.

En situaciones como esta donde los programas gubernamentales del régimen son claramente parciales y donde las masas reciben doctrina, armas, dinero y pertrechos para cortar cabezas sin piedad, el concepto de “pueblo bueno” da risa. El mito del “pueblo bueno” se fue desvaneciendo en el mundo cuando las masas se volvieron fácticas, crueles e intransigentes. Todos los dictadores son altamente efectivos para manipular a su favor, el lado tenebroso de los pueblos cuando estos se apartan de Dios y en su lugar colocan a una bestia o a un dragón de Komodo.

Así que una situación como la venezolana no se revierte con masas estudiantiles que alzan garrotes en la vía pública ni se frena con danzas de sardana en las ramblas de Caracas. En una situación así hay dos salidas y las dos son brutales, la guerra civil o la intervención armada internacional. El cruel y vil asesinato del oficial Oscar Pérez más los 6 rebeldes que fueron inmolados en el 2017 demuestra que Venezuela sólo tiene patriotas de oficina que jamás van a arriesgar su pellejo para acudir a un levantamiento serio.

El pobre Oscar Pérez creyó que él sería la chispa de una insurrección armada porque no conocía bien a los venezolanos. Olvidó que todo el país tiembla desde 1998 en una postración de horror y cobardía. Por otra parte, existe una pequeña burguesía cómoda que no ve a Venezuela como un país, sino, como una viña para transas y negocios. Es gente que jamás nunca jamás se va a enfundar una fatiga para pelear por algo que no sea dinero o beneficios personales.

Sólo quedan entonces los recursos armados externos, entonces ¿vendrán las fuerzas armadas alemanas, las francesas, las rusas, las coreanas, las brasileñas o las colombianas a emprender una guerra de liberación venezolana? No, nadie tiene los huevos y nadie arriesga sus recursos para amparar a los demás excepto los Estados Unidos de América. Sin embargo los gringos, en las circunstancias actuales, prefieren ser cautelosos.

La historia les ha demostrado que todas las veces en que acudieron al auxilio de naciones torturadas por dictadores malditos y por déspotas enfermos del tipo Pol Pot o Mussolini, ni la gente ni los gobiernos mostraron gratitud porque es propio de los países débiles y pobres repudiar los socorros de aquellas naciones poderosas que los resguardan o los liberan. Hasta los franceses se dan el lujo de “odiar a los gringos” porque ya olvidaron que los nazis los hicieron beber hiel y vinagre en la segunda guerra mundial. También olvidaron quien los salvó de morir triturados.

En el siglo XX los guerreros americanos enfrentaron sin miedo al Gargamel de Panamá, al Leviatán de los alemanes, al Cachalote de Libia, al carnicero de Ucrania, al genocida de Irak, al asesino de Camboya, al destripador de Uganda ¿y que ganaron los soldados americanos con estas faenas de socorro a parte de repudio y malquerencia por parte de la gente? El odio hacia los gringos – que lleva una fuerte dosis de envidia y necedad – es el sentimiento más hipócrita de este planeta.

Todos gritan y vociferan aborrecimientos contra los norteamericanos pero cuando necesitan un socorro real de un país de leyes, claman su presencia. Todos peregrinan como locos buscando el auxilio político y el amparo financiero de la única democracia real que existe en el mundo, pero mire usted, cómo “detestan a los gringos”.

Con una operación relámpago de 12 horas una fuerza de tarea estadounidense podría atrapar al dragón de Komodo de Venezuela y colgarlo en un poste público, pero la pregunta es ¿quieren estos pueblos desgraciados ser liberados o prefieren seguir desfilando, de rodillas, hacia el altar de sus gorilas endiosados?

César Indiano es un escritor y novelista hondureño