Emilio Nouel: Circo inconstitucional y grotesco

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Para hoy tenía previsto referirme al desenlace “electoral” del 20M y las lecciones que de allí podemos inferir los venezolanos y en especial la dirigencia política.





Iba a dar mi opinión sobre los que en definitiva salieron derrotados, en primer lugar, por supuesto, el gobierno. Iba también a comentar esa especie que circula por ahí, sobre todo de algunos perdedores, que afirma que todos perdimos. ¿ …? (Ese ¨todos”, como se decía antes en Caracas, “me suena a Poliedro”).

Pero no. Dejare para otra ocasión el comentario sobre porque creo que la mayoría del pueblo venezolano, haciendo gala de una conducta ejemplar y digna, ganó y mucho el 20M, al repudiar una elección convocada ilegalmente por un ente espurio, con inhabilitaciones arbitrarias de partidos y de dirigentes políticos, ventajismo oficial, medios públicos y privados censurados y autocensurados, sin las mínimas garantías de pulcritud técnica-electoral, con ausencia de la observación de organismos internacionales, gestionada por un CNE parcializado, a lo que se sumaba, el propósito gubernamental no menos importante, de aparentar ante el mundo ser democrático y buscar su reconocimiento internacional.

Hoy, más bien, quiero comentar el circo inconstitucional que montó el gobierno con esa extraña ¨juramentación¨ de Maduro ante un ente fraudulento como la constituyente.

Para mi está claro que Maduro es presidente hasta el mes de enero próximo. Eso es lo que la Constitución de la Republica establece y punto.

Lo de ayer 24 de Mayo solo puede ser catalogado de un tinglado grotesco que pretende aparentar ante el mundo que Maduro gozaría de legitimidad política de origen. Era este el objetivo que la tiranía perseguía también con el evento del 20M, y al que contribuyeron lamentablemente algunos políticos.

Más allá del propósito del acto de ayer, lo que allí dijo Maduro resulta verdaderamente alucinante. Mayor demostración de cinismo sería difícil conseguirla en otro discurso político. Más mentiras no pudieron ser dichas.

Sus supuestos golpes de pecho al reconocer los errores del gobierno son asombrosos, sobre todo, cuando a renglón seguido, reafirma hacia el futuro las mismas ideas y propuestas que han conducido a los fracasos que confiesa. El desquiciamiento esquizofrénico del discurso es total, las incoherencias y contradicciones son evidentes. La desconexión con la realidad abruma a cualquiera. Las promesas de rectificación y de concordia suenan a vacío, a embustes reiterados una y mil veces.

Su llamado tartufiano al reencuentro de todos los venezolanos lo destroza inmediatamente al difamar e insultar al adversario. No puede contenerse, se delata fácilmente. Sus intenciones reales afloran en la retórica desenfrenada y chabacana que lo caracteriza.

¿Quién puede creer a una persona de tal aviesa condición?
¿Quién puede creer en su sano juicio tanta mentira?

Quienes han demolido las instituciones, pisoteado los valores, desconocido los derechos humanos, destruido las bases económicas del país y corrompido a la sociedad, no pueden venir ahora, con su cara muy lavada, a pedirnos concordia, concurso, para levantar un país colapsado por unas políticas demenciales, cuyos causantes directos son ellos, y que anuncian seguir profundizando.
En el mundo, solo los tiranos como ellos los apoyan. El cerco de las democracias a un gobierno que ha perdido el apoyo de más del 80% de la población sigue su curso inexorable.
Ningún acto ni declaración que haga el gobierno venezolano hoy es creíble, confiable. Sus patrañas son inútiles. El tiempo se les acabó.