Vladimiro Mujica y Horacio Medina: Supervivencia

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Mayo 21, 2018. Los medios de comunicación y las redes sociales nacionales e internacionales recogen lo que parece, parafraseando a García Márquez, la crónica de una muerte anunciada. En las elecciones presidenciales del día anterior, convocadas en violación a la Constitución y las leyes de la nación, Nicolás Maduro se había alzado con un triunfo írrito en el terreno legal y constitucional, pero cargado de significado en el terreno político y, sobre todo, de cara al proyecto de destrucción nacional que adelanta el chavismo/madurismo en Venezuela.





En otro escenario, voces encontradas en el seno de la oposición señalaban, por un lado, que la derrota de Henry Falcón se debía a la abstención, mientras que desde otro sector se expresaba la convicción de que había triunfado la gallardía y el valor ciudadano del pueblo venezolano al abstenerse de participar en una elección fraudulenta. En una tercera dirección, pocas, pero muy significativas han sido las voces que invitan a reflexionar, que invitan a replantearse el tema de la unidad de la oposición.

Me interrogo acerca de porqué las fuerzas de oposición democráticas al régimen chavista han fracasado en construir una alternativa unitaria viable, con discurso y dirección coherentes, habiendo tenido casi 20 años para entrenarse sin lograrlo. La respuesta más sencilla es también la más desconcertante: no lo hemos logrado, y nos incluimos entre los fracasados después de nuestro tránsito por la Coordinadora Democrática, porque reproducimos el modelo de proyectos pequeños y ausencia de destino que nos trajo al chavismo. Es decir, tenemos 20 años intentando curarnos del mismo mal que enfermó a Venezuela cuando el pueblo, y buena parte de su dirigencia, cayeron en las manos del gran demiurgo de la tragedia nacional. El hombre que leyó con claridad el lado oscuro del alma venezolana y lo utilizó para su proyecto de poder.

A pesar de la conclusión del párrafo anterior es necesario seguir pensando, y actuando, para salir de este desastre en que se nos ha transformado Venezuela. Para ello es necesario que nos interroguemos nuevamente sobre cuáles son los obstáculos reales para reconstruir la unidad de las fuerzas democráticas contra el autoritarismo represivo y ruinoso representado por el madurismo. La primera reflexión que nos viene a la mente es un tanto soez, pero muy ilustrativa, acerca de un primer obstáculo que consideramos propio de nuestra idiosincrasia. En nuestra cultura, y en muchas otras proclives al machismo, existe la noción de que la medida del falo es proporcional a la valía del individuo. “The dick contest[1]” como se la conoce en inglés tiene su traducción ficticia, aunque en verdad muy real, en nuestro medio político. Es innegable que la colisión de egos en el liderazgo opositor, tiene el inocultable sabor de una competencia de falos. El problema es que la suma de las longitudes de los falos en el imaginario de la oposición no es competencia para el inmenso falo de la criatura destructora chavista que nos corrompe y nos oprime con la fuerza de un leviatán atávico. En otras palabras, fuera de la unidad, que es la principal fuente de energía de la oposición, nadie tiene suficiente fuerza individual. Como hemos insistido en otras oportunidades, o nos salvamos todos o no se salvará nadie.

El segundo obstáculo, y quizás el más importante, es que carecemos de una dirección política estratégica de la oposición. En ocasiones hemos logrado tener una alianza electoral de partidos como la MUD, un híbrido impotente de partidos y sociedad civil, como la Coordinadora Democrática, o una sucesión de elegidos que consideraron, cada uno en su momento, que tenían fuerzas mayores al colectivo unitario. El resultado ha sido un desastre de proporciones épicas, donde las fuerzas opositoras han sido mal utilizadas sin consistencia una y otra vez. Hay una necesidad imperiosa de construir una dirección política de la oposición, respetada y con un liderazgo creíble. Pero para ello hay que superar otra prueba crucial: entender que todo adversario del madurismo dictatorial y corrupto, debe ser tenido en cuenta como un aliado en este desigual combate contra el leviatán chavista.

Más allá de procesar y respetar las diferencias, está el hecho de que distintos sectores de la oposición pueden cumplir diferentes tareas bajo una dirección política unificada. El trabajo de redes y medios sociales, el espacio internacional, los ámbitos del Frente Amplio y la sociedad civil, los contactos con los sectores disidentes del chavismo, los contactos con los militares, etc, son todas esferas que requieren atención. El reconocimiento de que todos somos necesarios en esta guerra no declarada, puede despejar el camino para entenderse tanto con el chavismo disidente, como con los militares; dos elementos esenciales en resolver la ecuación de la oposición que incluye al menos tres elementos: desobediencia civil democrática, el apoyo internacional y la alianza constitucional cívico-militar.

Finalmente está el obstáculo de lograr una propuesta política multidimensional que le hable a todo el país. Una narrativa que resulte convincente y creíble para un país sumido en la desesperación de estar simultáneamente bajo la sujeción de un gobierno enemigo de su propio pueblo, y con una oposición que no termina de encontrar su rumbo. Una narrativa y una vocería que podría eventualmente expresarse bajo un esquema rotativo como el que adoptaron los chilenos en medio de la represión implacable del régimen de Pinochet.

Los retos de la oposición distan de ser pequeños, pero en resolver la compleja ecuación de su propia supervivencia le va la vida al país. El concurso de culpas entre quienes apoyaron a Falcón y quienes favorecieron la abstención no va a llegar a ninguna parte. Quienes leen en el resultado electoral una prueba de civismo y valor democrático del pueblo venezolano al abstenerse de participar en unas elecciones convocadas violando abiertamente la constitución, quizás se equivoquen en este análisis. Quizás haya sido más desencanto y frustración que un épico acto de desobediencia civil. Mientras no aprendamos nuestra lección con humildad y convicción no saldremos de este hueco. Como en la conmovedora y profética frase de la Madre de Teresa de Calcuta: “El futuro no está en nuestras manos. No ejercemos poder sobre él. Sólo nos queda actuar aquí y ahora”.

Vladimiro Mujica Horacio Medina