Gerver Torres: Cada marcha nos deja en un lugar distinto

Gerver Torres: Cada marcha nos deja en un lugar distinto

thumbnailgervertorresjun2012

A primera vista pareciera que las marchas hacen siempre los mismos recorridos y nos llevan siempre a los mismos destinos; pareciera que son una repetición interminable de lo mismo. A ratos  lucen también inútiles porque son bloqueadas, atacadas y disueltas, en algún momento de su desarrollo, al comienzo o al final. A ratos nos desanimamos porque pareciera que no avanzamos. Pero no es así. Las marchas de protesta en contra de la dictadura y por la libertad, nos llevan cada vez más lejos, incluso cuando no llegan al lugar que se habían propuesto inicialmente; incluso cuando se deshacen bajo la ferocidad toxica de los gases lacrimógenas o la mortífera potencia de disparos asesinos.  Aun así, cada protesta, cada marcha o intento de hacerlo, nos deja en un lugar distinto. Cada una de ellas nos acerca más a la sociedad por la que estamos luchando.  Las movilizaciones nos colocan todos los días en un nuevo territorio, aunque a simple vista  parezca el mismo de ayer. La resistencia, la tenacidad de una población en la calle, día tras día, va moliendo al régimen que lo oprime. Ningún gobierno puede sostenerse indefinidamente si el pueblo al que tiraniza está en permanente rebelión. Ninguno.

Pero, no solo es que la protesta cívica, diaria y continua, sirve como instrumento eficaz para combatir y derrotar  un régimen que destruye y pretende quitarnos el país. No, también sirve para transformarnos a nosotros mismos, para templar nuestros espíritus, para convertirnos en mejores personas, mejores ciudadanos, mejores venezolanos. Cada movilización nos lleva y nos deja en otro lugar, también  a cada uno de nosotros, en la intimidad de nuestros seres.  En las marchas, en la acción pública y colectiva, nos reconocemos en el otro, nos nutrimos con su presencia, con su resolución, con su entusiasmo. En las movilizaciones de masa por una causa grande y noble como la que perseguimos hoy, el concepto de nación, esa comunidad imaginada de la que nos sentimos parte, se nos hace carne y hueso.  En esos momentos, vivimos los símbolos patrios, con intensidad y hasta con dolor. Crecemos.





Cada marcha, cada acción cívica de protesta es la promesa de un mejor país. Es una promesa que nos hacemos cada uno al otro, y que nos hacemos a nosotros mismos. Es la promesa de que nunca nos entregaremos, de que nunca dejaremos que se nos imponga una dictadura y se nos arrebate la libertad. Es ese sentido, estamos construyendo ya un mejor país.  No es que tal cosa va a comenzar cuando llegue un nuevo gobierno. Esa tarea la hemos comenzado ya cada uno de los que expresamos de alguna forma y desde algún lugar nuestra rebelión. El país que se moviliza y marcha es un país en construcción.

Por eso, no cejemos. Estamos haciendo lo que hay que hacer; por el país, por nuestros hijos y por cada uno de nosotros.