Entusiasmo político y la larga historia de la humanidad, por Bladimir Díaz

Entusiasmo político y la larga historia de la humanidad, por Bladimir Díaz

Hume denomina al “entusiasmo” político como una respuesta a impulsos humanamente naturales, no necesariamente aceptables, ni menos justificables.

No son justificables porque sus consecuencias políticas y sociales son nocivas: producen fanatismo e inmoderación, y obstaculizan la resolución de conflictos al endurecer las posturas presentadas en el ámbito público. Es decir, la naturaleza humana, por derivación, la naturaleza política, puede manifestarse en forma perversa, pero es susceptible de corrección. La Revolución de 1688 permitió dejar ver la promoción de un mundo más tolerante
En contraparte, Hobbes, Locke y Rousseau ponen el punto en la posibilidad de instaurar un orden político novedoso, legítimo y justo apoyándose en las conocidas premisas contractuales, generadoras de un Hombre Nuevo, generador de grandes entusiasmos; esa ha sido la visión preponderante desde 1789. Las grandes matanzas modernas han tenido su asiento en ese Hombre Nuevo lleno de fanatismo e inmoderación y grande entusiasmo político.





Ante tales premisas, la legitimidad política es abruptamente diferente: La Unión Americana nace de la visión que podemos llegar a ser perversos, pero podemos corregir nuestra naturaleza humana. Con la Revolución Francesa el Contrato impone aceptar que todos somos buenos, tan buenos que si el otro es malo debemos destruirlo, entusiasmo político mediante.

Dos visones que contrastadas en la Historia da escalofrío: Pensar que los Nazionales Socialistas (NAZIS) y los bolcheviques (Socialistas/Comunistas) hubiesen triunfado en la Segunda Guerra Mundial, Europa occidental no hubiese sido reconstruida, sino sometida y convertida en un gran campo de concentración y perversión como lo fue la Unión Soviética y la China de Mao.

Dentro de la tolerancia que el moderno capitalismo genera, las naciones han crecido a tasas de 10 o más porciento interanual. La propia China post Mao y el sudeste asiático post Guerra Fría, así lo muestran. La Tercera Vía es peligrosamente engañosa. El mismo fracaso del Estado de Bienestar que engendró grandes entusiasmos como el Fascismo y el Nacional Socialismo, mantiene hoy al 43% de la población de la economía más próspera y productiva del mundo sumida en la pobreza; Estado de Bienestar que la condena a un pírrico crecimiento del 2 o 3 por ciento interanual, con gobernaciones, ciudades y comunidades quebradas, con una enorme deuda pública pagada con inflación e impuestos y un creciente entusiasmo político que no avizora un futuro promisor. Futuro que sólo el Capitalismo ha podido lograr en la larga historia de la humanidad.