Pedro Carmona Estanga: La trama iraní

Pedro Carmona Estanga: La trama iraní

Pedro Carmona Estanga

Irán, el antiguo imperio persa, ha ocupado páginas importantes en la historia universal, ligadas al desarrollo de civilizaciones como Babilonia, Asiria y Asía Central, el Imperio Medo, los Aqueménidas, Asirios, Mesopotamia, Anatolia, Asia Menor, y parte de Grecia. Persépolis fue la capital de un vasto imperio que llegó a unir Egipto y la India. Alejandro Magno lo conquistó en el siglo IV a.c., gobiernan luego los Seleucidas hasta el siglo I a.C., surge el Segundo Imperio Persa, de los Sasánidas (226-651), y en 637 empieza la conquista de los ejércitos árabes, pero se mantuvo la diferenciación entre persas y árabes. A la muerte de Mahoma, tras el cisma chiita, los Omeyas de Damasco dieron paso a los Abasidas de Bagdad. Reinan posteriormente los Gaznávidas (siglo X), y los Selyúcidas de origen turcomano en el siglo XI. Florecen la cultura, la ciencia y la economía, dejando un importante legado. En el siglo XIII llegan las invasiones de los mongoles y la devastación de Gengis Kan. Más tarde surge el Imperio Timúrida (s. XIV al XVI), época de auge económico y cultural, gracias a la ruta de la seda. En el siglo XVI el chiismo se convierte en corriente religiosa dominante con la dinastía de los Safávidas, y se inicia el conflicto con la rama sunita. Es la época de oro de las artes y el comercio, especialmente de tapices, y se construyen grandes obras y monumentos.

El siglo XVIII es de luchas internas e injerencias foráneas y se funda una dinastía, con influencia de comerciantes y jefes religiosos. En el siglo XIX surgen las amenazas de colonización británica y rusa, que crecen con la I Guerra Mundial y el descubrimiento del petróleo. En 1925, Reza Shah Pahlavi emprende la modernización de Irán, sustituye la justicia religiosa por una civil, desarrolla la infraestructura, aprueba un código civil, un sistema público de salud y educación, promueve la centralización política, reduce los privilegios de las empresas extranjeras e implanta la prohibición del velo. En 1941 en plena II Guerra, ante el peligro de que Irán y el petróleo cayeran en manos del Eje, Gran Bretaña y la URSS invaden Irán. Reza Shah abdica en favor de su hijo Mohammad Reza Pahlavi, e Irán se involucra en la II Guerra en favor de los Aliados. Al final de la misma, la URSS apoya movimientos insurreccionales en Irán, y se genera la primera crisis de la Guerra Fría (1945-1946).

Irán surge como país petrolero. En 1951, el primer ministro Mossadegh nacionaliza la compañía Anglo-Iranian Oil Company. Gran Bretaña y EE.UU. fuerzan su caída, y el régimen del Shah se hace dependiente del apoyo extranjero. Irán se convierte en el país más occidentalizado de la región, con una clase media culta, aunque con pocas libertades, y una población rural pobre. El régimen es pródigo en derroches que irritan a los líderes religiosos, quienes promueven la vuelta al integrismo. Jomeini, líder de la Revolución Islámica de 1979, toma el poder bajo un movimiento religioso y radical, con apoyo de una policía paramilitar, los Guardianes de la Revolución, encargados de reprimir a la oposición y favorecer el control total de Jomeini. La crisis de los rehenes en la Embajada de EE.UU. de 1979 a 1981, y la larga guerra Irak-Irán 1980-1988, afianzaron al régimen teocrático. Las muertes y destrucción de dicha guerra fueron incalculables, y terminó sin un triunfador aparente, ni Hussein ni Jomeini, pero dejó secuelas de inestabilidad en la región, que prevalecen.





A la muerte de Jomeini en 1989, asume Alí Jamenei como Líder Supremo de la Revolución, quien continuó la línea seguida en la década anterior. La dependencia del petróleo, los conflictos con Israel, EE.UU., Arabia Saudita y el problema nuclear debilitaron la economía y agitaron al pueblo, pese al control férreo del gobierno. Los intentos de apertura de Rafsandjani (1989-1993) no tuvieron éxito, pero llevaron al poder al moderado Jatami (1997-2005), quien no pudo contra las reticencias del clero, allanando el camino a la siguiente elección de Mahmoud Ahmadinejad (2005-2013), dueño de un discurso nacionalista y radical, impulsor del programa nuclear, enfrentado a EE.UU., Israel y a otros países de la región. Ahmadinejad se alió con Hugo Chávez, quien le abrió puertas en América Latina. En Irán, Ahmadinejad reprimió a la oposición, y debió enfrentar sanciones, recesión e incertidumbre. En 2013 conquistó la presidencia Rohaní, de tendencia moderada, y con él se logró un acuerdo que permitía la supervisión internacional al programa nuclear a cambio de la anulación de las sanciones que pesaban sobre el país. Pero al asumir Trump al poder, se reestablecieron las sanciones, entre otros porque Israel desconfió siempre de la sinceridad iraní en un desarrollo nuclear que lo amenazaba, ya que Ahmadinejad vociferaba que Israel debía desaparecer del mapa.

Las Fuerzas Armadas de Irán cuentan con 530.000 efectivos, las más numerosas de la región. El gasto militar fue en 2018 entre US$ 13.000 y 20.000 millones. Casi 350.000 efectivos pertenecen al ejército regular y 125.000 a los Guardianes de la Revolución (Pasdarán), la fuerza militar más poderosa de la República Islámica. La fuerza “Quds” es el cuerpo de élite para misiones en el exterior, con 7.000 militares adiestrados para la guerra no convencional. Precisamente, el poderoso General Qasem Soleimani, líder de dicha fuerza, fue dado de baja por EE.UU. este año, causando conmoción en la cúpula del régimen iraní. El país ha desarrollado una importante industria militar, que fabrica misiles, municiones inteligentes y drones no tripulados. Análisis militares indican que el ejército de Irán está entre los 13 más poderosos del mundo, superando a Israel y a Arabia Saudita. Y de otra parte, según informes recientes del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Irán posee actualmente 2.105 kilos de uranio en reservas, cuando su límite debería 300 kilos, motivando una serie preocupación mundial sobre la intención de avanzar sin pausa en el desarrollo nuclear.

Los tentáculos iraníes en América Latina afloraron con el ataque a la central judía AMIA en Buenos Aires en 1994, que dejó un saldo de 84 muertos y centenares de heridos. En 2015, ocurrió el misterioso “suicidio” del Fiscal Alberto Nisman, cuando se aprestaba a denunciar a Cristina Fernández por propiciar, en connivencia con Chávez, un memorándum para exculpar a Irán de ese atroz atentado. Chávez tuvo siempre a Ahmadinejad como un aliado privilegiado, lo solía llamar “mi hermano Ahmadinejad”, y le otorgó las máximas preseas: la Orden del Libertador y la réplica de la espada de Bolívar. La ruptura de relaciones diplomáticas con Israel decidida por Chávez en 2009, y su acercamiento a organizaciones islámicas radicales, afianzaron las relaciones entre los dos países. Rusia e Irán son aliados importantes, ambos apoyan al genocida Bashar Al Assad en Siria, pues Rusia posee una estratégica base naval en el Mediterráneo sirio (Tartús), e igualmente a Maduro, a los movimientos terroristas Hamas, Hezbollah y al grupo insurgente Hutí en Yemen, en conflicto permanente con Arabia Saudita. En Colombia, genera preocupación el flujo de armas en la frontera, y la actividad musulmana en la etnia guayú de la Guajira, con aparente apoyo de Irán, vía Venezuela.

Durante largo tiempo operó un vuelo semanal secreto de un 747 en la ruta Teherán-Damasco-Caracas, en el cual nunca fue posible saber qué transportaba, pues llegaba a una rampa presidencial protegida. Se estima que acarreó uranio venezolano, armas iraníes y otros equipos estratégicos. El vuelo se reanudó este año en ruta directa Teherán-Caracas a cargo de la línea iraní Mahan Air, transportando oro venezolano, expertos militares, equipos para las deterioradas refinerías venezolanas, personal de entrenamiento militar y mantenimiento del armamento ruso e iraní existente en Venezuela. Nicolás Maduro depende ahora del suministro de combustibles por parte de Irán, y es conocido que existe un contingente de iraníes en Venezuela, junto a activistas islámicos, quienes realizan en su suelo actividades que configuran una amenaza a la paz continental y mundial.

Recientemente, el presidente Iván Duque denunció, con base en información de inteligencia nacional e internacional, la presunta intención de Maduro de adquirir misiles iraníes de corto, mediano y largo alcance, como parte de una estrategia para irritar a EE.UU. y desestabilizar a Colombia. Aunque el gobierno de Maduro lo desmiente, pero defiende su independencia para hacerlo si lo desea, el tema genera una honda preocupación en Colombia, pues avivaría tensiones geopolíticas en la región, aunadas al apoyo que ya brindan al régimen venezolano: Cuba, Rusia, China, Turquía, Irán, Siria, la guerrilla colombiana y el crimen organizado. Habría que gestionar a través de la ONU, la prohibición a Irán de venta de armamento bélico sofisticado a Venezuela, por ser contrarias a la paz y la seguridad internacionales.

En Colombia existen justificadas razones para la inquietud, pues la Venezuela chavista ha mutado hacia un estado fallido, forajido, anarquizado, con injerencias que vulneran la seguridad de la región. La comunidad internacional está obligada a abrir los ojos, y a contribuir al rescate de un pueblo masacrado por el hambre, la carencia de servicios, la ruina económica y la persecución política, ello con base en el principio internacional del derecho a proteger a un pueblo (R2P), bajo modalidades no necesariamente violentas. Ojalá y pronto haya luz en Venezuela, con un entendimiento mayor en la fracturada oposición, inspirándose en la conocida prédica de Álvaro Gómez Hurtado en Colombia, sobre la necesidad de una sociedad de “acuerdos en lo fundamental”, la cual en el caso de Venezuela, es salir de la tiranía que la oprime, tras la cual se ocultan oscuros intereses geopolíticos internacionales, y del crimen organizado. Otro hecho es indudable: Irán, la otrora cuna de cultura y civilizaciones, es hoy el centro de apoyo a peligrosas fuerzas desestabilizadoras que irradian hacia el mundo, contando con el incondicional respaldo del inefable Vladmir Putin.