La increíble boda del hombre que intentó asesinar al Papa con una politóloga italiana: mentiras y búsqueda de fama

La increíble boda del hombre que intentó asesinar al Papa con una politóloga italiana: mentiras y búsqueda de fama

Elena Rossi junto a Ali Agca, su esposo. El hombre que quiso asesinar al Papa Juan Pablo II

 

La ciencia le puso un nombre largo y complicado, basado. Como suele suceder, en cuestiones etimológicas: Hibristofilia. Es decir, la atracción amorosa y sexual que ciertas personas sienten por criminales. Hay muchos casos en la historia de mujeres que se enamoran de famosos convictos, de relaciones que empezaron como epistolares y luego se concretan con casamiento incluido.

Por infobae.com





El día que le dispararon al Papa Juan Pablo II, Elena Rossi estaba en el colegio en Ravenna. Tenía 14 años y la noticia, como a todos, la conmocionó. Algunas de sus compañeras lloraron, la directora las reunió a todas en el patio y rezaron juntas.

Unos años después ella estudió ciencias políticas y filosofía. Un día, cuando estaba a punto de recibirse en su segunda carrera, siguiendo un impulso, se sentó en su escritorio y le escribió una larga carta a Ali Agca, el hombre que había atentado contra el pontífice polaco.

Él respondió. Las cartas se sucedieron. La correspondencia se hizo nutrida y el intercambio se prolongó varios años hasta que primero se espació la frecuencia y luego se interrumpieron. El silencio se prolongó décadas.

Hasta que en diciembre de 2014, en uno de los intentos de Agca de obtener atención pública de nuevo, visitó Roma y fue a la tumba de Juan Pablo II. Elena contactó algunos periodistas y logró conseguir el mail de Agca. Le volvió a escribir. Él, una vez más, respondió. Más inmediatos que las cartas, los mails se volvieron frecuentes, diarios. A los pocos días, él le pidió el teléfono. Por primera vez escucharon sus voces. Las llamadas eran cotidianas.

A las pocas semanas, a fines de enero del 2015, Elena viajó a Estambul a visitarlo. Desde ese momento vivieron juntos. En octubre de ese año se casaron. Antes, Elena se convirtió al islamismo. Cuando llamó a Italia para contarle a su madre la noticia, le ocultó alguna información. Sólo le dijo que se iba a casar con un turco, con un hombre de Estambul, sin identificar a ese hombre, sin recordarle a su madre el momento infame en el que llegó a la tapa de los diarios ni sus años de reclusión. Dijo que lo hizo porque ella estaba grande y que no iba entender su amor, que si develaba la identidad de su nueva pareja sólo le provocaría un disgusto.

Elena lo describió como un hombre “bueno, muy educado, muy pensante. Muchas veces me trata más como a una hija que como a una esposa”. Y antes de que alguien pregunte, se siente en la obligación de defenderlo, de excusarlo: “Él es muy creyente pero de ninguna manera es un fundamentalista”.

En las pocas fotos en que están juntos, se los ve sentados en un banco de plaza. El hombre se mantiene bien. Tiene 65 años pero parece de menos edad. Se viste con pulcritud. El pelo gris, siempre corto. Parece buscar una respetabilidad que nunca obtendrá. Tiene la mirada oblicua, perturbada, que no puede camuflar una sonrisa circunstancial. No suele usar ni anteojos negros ni gorras; tampoco se deja la barba. Quiere que la gente lo reconozca. Disfruta de las miradas por la calle, del gesto de sorpresa cuando alguien descubre quién es él, de los murmullos que deja a su paso. Es lo único que le queda: que sepan quién es él. A ella se la ve feliz y serena a su lado. Tal vez también satisfecha con la atención y la intriga que generan. Con la celebridad de la infamia.

Mehmet Ali Agca y Elena Rossi viven juntos en Estambul desde hace ocho años. Ninguno tiene hijos de relaciones anteriores.

Su casa de tres habitaciones está a orillas del Mar Mármara. Previsiblemente, Agca es seguidor de Erdogan, alaba su mano firme y sostiene que es el único hombre capaz de manejar Turquía con autoridad.

No se sabe si Elena es su primera pareja estable. Como todo en el pasado de Agca, excepto varios de sus crímenes más graves, sus antiguas (y supuestas) relaciones son difusas e imprecisas. Sobre su vida amorosa pasada, en una entrevista con el Daily Mail, Agca dijo que había tenido, antes de intentar matar al Papa, una novia inglesa. Pero, otra vez, nada de la historia parecía verosímil o preciso. Dijo que se llamaba Sara, que tenía algunos años más que él, que la chica no sabía de su intención de cometer un magnicidio, pero no se acordaba dónde vivía, cuál era su apellido ni demasiados detalles de la relación.

Fue por eso que cuando salieron las primeras noticias de su casamiento con Elena fueron pocos los que creyeron que era cierto, pensaron que era una manifestación más de su mitomanía.

Agca está libre desde hace trece años. El 13 de mayo de 1981 le pegó cuatro balazos a Juan Pablo II. Pero el Papa sobrevivió y Ali Agca, el asesino turco, fue detenido.

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